En la intemporalidad del instante en el que uno se sienta a escribir, es consciente de la infinita sucesión de noticias contenidas en un breve espacio de tiempo. Resulta necesario un potente procesador de datos, un arduo trabajo de investigación y un fino desarrollo del discernimiento para poner en orden el caos más absoluto y poder desentramar el máster, con licenciatura y doctorado incluido, en las artes del mentir y de la tomadura de pelo.
El 16 de abril, el Juez Titular del Juzgado de Instrucción Número 41 de Madrid, dictó auto frente a la señora Gómez, en calidad de investigada, como presunta autora de un posible delito de tráfico de influencias y corrupción. Aclaro que los diferentes pasos en el proceso penal son: investigada, procesada y condenada (o absuelta). Por lo tanto, a día de hoy, la imputada sigue siendo penalmente inocente.
El 24 de abril fue notificada de su contenido y, una vez recibida dicha citación, con conocimiento de causa, su consorte redactó una “carta a la ciudadanía” en una red social denominada “X”, para más inri. Un discurso mendaz y falso y con la única intención de dejar de lado sus funciones para preparar la defensa de su ciudadana esposa, a quien, imagino, que también iba dirigida la carta.
Lo normal en estos casos es que el Ministerio Fiscal actúe como acusación, se ilustre de la denuncia o querella, espere a la práctica de diligencias de investigación y, si no observa indicios de delito tras todo ello, solicite el sobreseimiento. Pues bien, en este caso, sin tiempo de haber leído siquiera la denuncia presentada por Manos Limpias ni la extensa documentación aportada, presentó, al día siguiente, recurso directo de apelación ante la Audiencia Provincial para, saltándose al instructor, tratar de lograr el archivo del procedimiento. ¿De quién depende la fiscalía?, pues eso.
A todo esto, se envió a un ministro como mensajero para lanzar una cortina de humo en un evento público, acusando gravemente al Presidente de un país hermano, de “tomar extrañas sustancias”. Sin siquiera dimitir al Ministro ofensor, ni hacer declaración alguna al respecto, rompió relaciones diplomáticas con Argentina, país al que muchos españoles nos sentimos muy unidos. Se crea un conflicto diplomático con Israel. Se utiliza a no se sabe quién para filtrar una información sesgada de una investigación realizada por la UCO en el proceso bajo secreto de sumario frente a la consorte. Se lanza la bomba por el periódico del régimen, bajo un titular manipulador, editado el día anterior a la comparecencia del Presidente en la Cámara para dar explicaciones sobre los negocios de la esposa. Convierte su comparecencia en una ametralladora de inmundicia contra quien nada ha hecho en ese momento en el proceso de la amada. Ante tal aberración, el Juez instructor levanta el secreto de sumario, visto que no sirve de nada. Utilizan a un periodista de Radio Televisión Española para tratar de quitarse de en medio al Juez instructor de la causa, interponiendo una querella frente a él, por la revelación de unos secretos que ellos mismos habían revelado. La Audiencia Provincial para los pies al fiscal apelante.
A todo esto, Puigdemont amenaza al “amnistiador” de las consecuencias si no le inviste en Cataluña. Se aprueba infamemente la Ley de Amnistía. Se retiene el envío de la norma al Rey hasta el momento en que más les convenga. Se suceden las comisiones de investigación por el caso Koldo, por la desviación de fondos europeos, malversación de caudales públicos en la trama de las mascarillas, vestidas de comparecencias más propias de un patio de colegio que de la dignidad de la cámara que las acoge.
Por si no fuera suficiente, por la vía del “porque yo lo digo”, tal y como se hizo con el Sáhara, se reconoce al estado palestino, con el aplauso de los terroristas de Hamás y de los países musulmanes más integristas.
Se abren diligencias frente al hermano de quien se ha aficionado a no dar la cara y a mandar cartas, por malversación de caudales públicos. Mientras, su padre retira dos con cinco millones de euros que su empresa Playbol ha recaudado desde que su hijo llegó al poder. Se lleva a la amada de la mano a los mítines pre campaña de las europeas y obliga a sus palmeros a que la jaleen.
Y, para colmo, nos manda una nueva carta dirigida a la ciudadanía, a través, de nuevo, del absurdo medio “X”, lindando la jornada de reflexión. A la vez, el nuevo mandador de epístolas se oculta tras el telón de su impacto para asistir subrepticiamente, con su secuaz Albares, a la reunión de poderosos que componen en Club Bilderberg celebrada en secreto en Madrid el pasado uno de junio. ¡Nada bueno estaréis tramando para tener que esconderos!
Y yo me pregunto: Majestad, ¿dónde estáis? El otro día le vi en La Granja tratando de abrir el grifo de una fuente. ¿Dónde estáis? ¿Dónde quedó ese discurso del tres de octubre de 2017? ¿De qué ha servido todo aquello? Y mañana, lo arriba relatado, habrá dejado de ser real porque ya no es actualidad, y estaremos inmersos en el resultado electoral.
Lo anterior, y mucho más que no cabe en este espacio, me lleva a meditar sobre la intemporalidad del tiempo, sobre la sucesión de infinitos eventos de imposible cabida en un espacio temporal tan corto. Y, por ello, me pregunto: ¿será real lo que estoy viendo, o se tratará de un sueño? ¿Es real este mundo de devenir de acontecimientos? Porque, lo cierto es que mientras escribo y permanezco inmutable contemplando atónito esta película de ficción gore, siento que tanta vulgaridad y tanto fango no pueden ser ciertos. ¿Es posible que hayamos podido llegar a caer tan bajo?
Y es que, sólo cuando se detiene el tiempo, desaparece la mente, sin que por ello el Ser que habita al escribiente deje de existir. Sólo cuando se detiene la mente puede uno salirse de la rueda del tiempo y preguntarse: ¿Quién soy? ¿Qué es esto que parece ser real? Y, ¿qué pinto yo en esta historia?
