Cientos de personas acudieron ayer a la celebración en la catedral de Oslo de una misa en memoria de las 93 víctimas mortales del doble atentado del pasado viernes en Oslo y en el campamento juvenil de la vecina isla de Utoya.
«He venido aquí porque una de mis alumnas, una fantástica activista política de 21 años a la que yo conocía bien, murió asesinada en la ínsula», explicó visiblemente emocionado el profesor de Derecho de la Universidad de la capital, Mads Andenas.
Su sobrina también estaba en el campamento de la juventudes socialdemócratas, en el que se encontraban 560 personas cuando se produjo el salvaje tiroteo que acabó con la vida de al menos 85 personas, en su mayoría menores de 20 años. «Pero ella consiguió escapar indemne», acertó a decir Andenas antes de que se le quebrase la voz y comenzase a llorar.
En un país pequeño, de apenas cinco millones de habitantes y gran parte concentrada en Oslo y sus alrededores, muchas personas han sentido muy de cerca la doble masacre.
Así, Freddy Fensen, vecino de la cercana localidad de Moss, aseguró que una amiga de su hija estaba en la isla, «pero consiguió escapar… por suerte. Ahora vengo solo a la misa. Por respecto a las víctimas», explicó pocos minutos antes de que empezase el servicio religioso tras un largo redoble de campanas.
Junto a él caminaban los veinteañeros Eivind Pilskog y Roy Erik Indrebo, conmocionados por la tragedia que sufrió Noruega y, en especial, por la juventud de los fallecidos. «Nunca me imaginé que algo así podía suceder aquí. No tiene ningún sentido, ninguna lógica», comentó Pilskog, que aseguró que hasta ahora siempre había tenido un «claro sentimiento de seguridad» en su país natal.
Los alrededores de la basílica de Oslo, en el centro de la capital y a escasos metros del barrio gubernamental sacudido por el coche bomba, estuvieron tomados por miembros de la Policía, el Ejército y los bomberos en todo momento.
Pese a la dimensión de la tragedia, la mayor desde la II Guerra Mundial según el primer ministro del país, Jens Stoltenberg, la tranquilidad reinó ayer en la capital, tan solo dos días después del doble atentado.
La multitud de noruegos que se acercó al templo se comportó, en medio de un denso silencio, de manera extremadamente correcta y ordenada.
El culpable
Por su parte, Anders Brevik, el presunto responsable de los ataques, al que la Policía tardo 20 minutos en reducir, confesó que los crímenes fueron «atroces pero necesarios».
Además, y ante las condolencias del presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, Breivik le acusó de rendirse ante los musulmanes y de llegar al poder gracias a Al Qaeda, en un texto que hizo público en internet y que parte de su contenido está copiado de un texto del terrorista Ted Kaczynski, conocido como el Unabomber.
