Un escenario apabullante, carisma a raudales y un recinto que se revela bastante adecuado para «la practica de este deporte que es la música», -como se encargó de recordar José Muñoz- fueron los elementos fundamentales del éxito del concierto de Estopa, que consiguió atraer a cerca de 2.000 personas en el aparcamiento del antiguo regimiento en el «plato fuerte» de las fiestas que ayer culminaron en la capital.
El planteamiento del concierto es el de un gran espectáculo diseñado para dejar sin aliento al espectador durante 150 minutos. Una imponente escenografía basada en paneles luminosos que servían como apoyo a las canciones del dúo de Cornellá acrecentaba la sensación de estar inmersos en un gran espectáculo, en el que gracias a la infraestructura proporcionada por la marca patrocinadora de la gira, el público también pudo participar con centenares de tubos luminosos que alzaban al cielo en cada canción. Horas antes del comienzo del concierto, Estopa aseguraba ante los periodistas que la música es «un buen analgésico y antidepresivo en tiempos de crisis». Es cierto que las canciones del grupo transmiten alegría, buen rollo y ganas de bailar, y no lo es menos que David y José Muñoz se ganan al público con sus diálogos sobre el escenario, sus bromas y sus reivindicaciones de un mundo más justo. Desafortunadamente, la férrea estructura del mercado parece imponer la necesidad de marcar distancias -siempre desde el entorno más próximo- como si ello les hiciera mejores músicos. Sirva como ejemplo la absurda negativa de su equipo de comunicación a posar para la prensa local frente al graffiti realizado por dos jóvenes segovianos dedicado al grupo con el contundente argumento de que «para eso ya tenemos el photocall».
En su nuevo trabajo, «Estopa 2.0», el grupo explora muchos sonidos, planteando canciones efectistas pero con respeto y ganas de aprender. La búsqueda les ha llevado en este disco a sonidos algo más duros y a territorios como el hip-hop o el son cubano, pero donde se sienten más cómodos es en esas rumbas callejeras que les sitúan como legitimos herederos de Los Chichos; no tanto en letras pero si en músicas. Quizá en esa exploración, el futuro les lleve a una mayor limpieza en sus sonidos, liberándolos de algunas excesivas concesiones a la galeria., porque Estopa tiene madera que la mercadotecnia corre el riesgo de corroer. De ellos depende.
