¿Cómo ha sido su evolución artística?
Ha sido muy complicada, desde niño… He sido figurativo, abstracto, he hecho intervenciones en el espacio urbano, a partir de 1966, la primera, en las escaleras del Carmen porque por allí no pasaban coches. En 1977 metí vacas en San Martín, transformé el espacio urbano con el color, con la forma y la participación del ciudadano. El público interviene cambiando lo que yo propongo, en principio, y a veces lo rompe o se lo lleva a casa, con lo cual las piezas se extienden por la ciudad. Voy andando y digo, ¡anda, lo que estaba en un punto se ha extendido!.
Conoce el oficio desde el tratamiento de los materiales, trabaja lo clásico y evoluciona a lo más contemporáneo, ¿cuál es el secreto de Moro como artista?
Sí, pulíamos el mármol a mano… El secreto es muy difícil, es contarles a los demás las ideas que tengo a través de los elementos que necesite. Por ejemplo, lo que hacemos ahora no pasa dos veces. Si tengo la idea de contarlo, buscaré el material apropiado, la emoción y la reflexión, que naturalmente proviene del tiempo de formación. Me he formado desde niño hasta hoy, hasta que me muera, he nacido para esto y me ha dado la felicidad, lo que el hombre llama felicidad, que consiste en intentar contar a los que están cerca las cosas que te pasan y cómo ves la vida. Eso lo hacen los poetas, cada uno a su manera.
¿Se considera poeta?
Hay quien me llama poeta, yo no me atrevo a tanto. La poesía, la música, todos son artes. Si no he dado más de sí… Yo he puesto toda la carne en el asador, todo lo que yo sabía ha ido a los demás. Quizá con el tiempo haya quien se dé cuenta que el color es algo que tú has puesto en la vida.
Su forma de practicar el arte no sólo contempla al público como mero espectador sino la gente, que es continuadora de la obra…
En las plazas, primero todo es estático y luego se convierte en dinámico por la participación del individuo. Es un canto a la libertad, la libertad es necesaria, si no la tiene uno, no tiene nada. La tenemos dentro de nosotros y la tenemos que ejercer y tiene que reflejarse en los demás, a través de lo que hacemos.
Háblenos de una intervención en una plaza
Me uní al ayuntamiento para cortar el tráfico bajo el Acueducto, que sufría por el paso de los coches. Intervine para frenar eso, en una reivindicación donde estaban unidos el presente y el pasado, que convivían en el mismo momento.
¿Pero se ha retirado?
Lo último lo hice el 22 de agosto de 2009, en el mismo sitio donde llevé a cabo la primera intervención, porque me estaba despidiendo en cierta manera. Sin embargo está pendiente la presentación de un libro y voy a continuar, incluso hay una propuesta de un prestigioso catedrático de Arte; tenemos que hablar… Me tengo que operar de la vista, porque tengo ya 77 añitos, nací el 25 de diciembre de 1933, en la calle del Porvenir, en Madrid, pero siempre he firmado Moro, de Segovia, en todo el mundo.
Soy segoviano, porque mi formación es segoviana, desde los tres años, y la mala uva es segoviana.
¿Cómo vive aquí, en una pequeña ciudad, un espíritu tan anárquico?
He tenido que hacer figurativo, estatuas en la vía pública o iglesias [para que le tomen en serio]. He hecho muchas cosas en Segovia, pero no he vendido ninguna pieza [de lo actual]. He doblado mi vida, he ganado el dinero para vivir y después, con ese dinero, he hecho la obra que yo quería. Viví en París, en Inglaterra, en Estados Unidos, en Puerto Rico, en México…
¿Cómo casa el arte contemporáneo y la lectura de los clásicos?
Es difícil explicarlo. Ahora vuelvo a leer la Ilíada y la Odisea, de Homero, dos veces he leído esta última, estoy con ella estos días. Todo va influyendo, se va incluyendo, de alguna manera, para la explicación total. La forma de vivir es un todo, no se puede separar, por eso hay que hacerlo en serio y no venderse nunca. Yo no me he vendido, he tenido ocasiones, he sido siempre fiel a mí mismo, a uno mismo, a lo que uno tiene que hablar, que pensar, que padecer.
He tenido suerte, hasta cierto punto, me casé con una doctora y he tenido la fortuna de poderme dedicar a lo que es mío, a lo que quiero contar a los demás de la vida, de lo que siento, de lo que sufro, de lo que padezco, de lo que amo. ¿Quién define la belleza? ¿Cómo se puede definir un tipo de belleza? Cada tiempo tiene su belleza. El tiempo pasa y hay que reflejarlo, porque no pasa dos veces la misma cosas, lo que vivimos hoy no es lo de ayer…
Con una vida tan intensa, quizá pueda hacernos entender este misterio
La vida es esto que tenemos aquí, inexplicable, que hay que vivir y morir algún día. Y como tenemos que morir y no sabemos nada de casi nada, investigamos y vamos padeciendo la investigación. Nos esforzamos y padecemos. Si no damos más de sí, qué le vamos a hacer. Somos limitados.
