Pedraza fiel a su tradición y afición por la fiesta de toros, celebró dos novilladas sin picadores, de la segunda de las cuales fui testigo directo. Lo más sustancial de constituirse en espectador de un espectáculo taurino en Pedraza, es la sensación de bienestar y de añoranza de viejos tiempos que, en mi caso particular datan de cuando Andrés Hernando, el torero de la vecina La Velilla comenzaba su avantura torera. O quizás de antes, el caso es que es un placer visitar y permanecer largos ratos de ameno contacto con esta villa medieval que conserva el tesoro de su patrimonio artístico e histórico como si el tiempo y la erosicón no hubieran pasado. Dicho lo cual, hago referencia al festejo.
El improvisado coso taurino se llenó en tarde calurosa y con buen ambiente en los tendidos. Presidió José Enrique reyes, concejal del ayuntamiento de la villa.
Se lidiaron tres erales de Hermanas Marín Trigueros de correcta presentación y de juego dispar. Malo por manso el que abría plaza y buenos los otros dos.
Juan Bellido «Chocolate».- De rosa y azabache, hijo de conocido torero de plata de igual nombre, lances sin mucha convinción y dudas e incertidumbre con lógico comportamiento por la pésima condición del morlado. Este echaba la cara arriba, se paraba en la suerte y tiraba gañafones. Casi nada. Porfía por uno y otro pitón y ni por esas.para colmo mató mal de pinchazo y estocada tendida siendo silenciada su labor.
Más decidido y por supuesto más en torero de estilo y valor. A pies juntos lances de regular ejecución y media verónica vulgar. A tirones fue desgranando faena muleteril con destello plausibles cuando templó y dejó al novillo que cumpliera con la inercia de su natural recorrido. Precauciones y momentos de valor y entrega para entonar el toreo por el pitón derecho. No entiendo el porque de tanta premura y desconfianza, ya que el novillo fue bueno de veras con clase y suma nobleza. Faena con escasos matices y tras estocada trasera, una oreja.
Mario Montes, a quién ya vi en Otero de Herrero, de corinto y azabache, lances de calidad moviendo el capote por ambos lados. Con autoridad muleteza con preciso ritmo en redondo dando sitio al burel y ligando tres pases de clase y pectorel de rigor. Adelantaba el engaño y tirando del novillo le lleva al tramo final con técnica y gusto torero. Se fue creciendo y cuajando una faena de tintes puristas, con clase y categoría. Bajando la mano surge un toreo excelente que anima al personal el cual le jalea y ovaciona. Todo perfecto. Perfecto el toreo, horrible la suerte suprema. Seis pinchazos y tres golpes de verduguillo. Así no vamos a ninguna parte, estimado Mario, hijo del conocido subalterno Vicente. Lástima.
