Que los sistemas informáticos, la inteligencia artificial, las renovables, y la tecnología en todas sus ramas y variantes muchas de las cuales no resultan fáciles de entender, se están adueñando de nuestras mentes y de nuestras acciones, es cosa bien sabida. Y la última noticia sobre móviles dice que el 45% de los universitarios es víctima de la “nomofobia” (miedo a quedarse sin conexión). Pero algo hay de suma importancia: hay que destacar: Todos estos avances de la técnica salen, precisamente, del cerebro humano, que en definitiva es el autor, o culpable, de todos estos líos.
Pero estos líos son los que nos están envolviendo en esta España nuestra de hoy (incluyendo Cataluña, claro está), y metiendo al ciudadano “en un laberinto que roza dir4ectamente lo kafkiano y frente a la famosa frase de Larra, “Vuelva usted mañana”, se puede resumir en otra frase: NO VUELVA USTED JAMÁS.” Así escriba hace pocas fechas el diario “El Mundo” en un editorial titulado “Ciudadanos atrapados en el laberíntico burocrático”. Y añadía: “Desde la pandemia de Covid, cualquier trámite con la Seguridad Social, Hacienda, las comunidades autónomas o los ayuntamientos, se ha convertido prácticamente en misión imposible. Un vía crucis que comienza en territorio digital —con parada en unas webs inoperantes—, atraviesa luego el estéril atajo de un teléfono que no sabe o no contesta y acaba dándose de bruces contra una ventanilla cerrada y por no tener una cita previa que es imposible concertar”.
Este comentario me ha animado a hacer algunas averiguaciones y comprobaciones, que pronto se han confirmado por protagonistas de los respectivos casos.
Por ejemplo, una declaración a la Agencia Tributaria te puede hacer pensar y pensar, porque como todo tiene que ser por Internet, para una del IVA te puede “costar” una tarde entera hasta que consigues abrir el pdf que te interesa para encontrar el formulario.
Por otro lado, si precisas ir a vacunarte, de nuevo tienes que echar mano a un teléfono o a Internet. En el primero debes prepararte a “pasar un rato” mientras contestan, te pasan la comunicación y luego escuchar la serie de consultas que puedes hacer mediante la presión en el auricular del número a ellas correspondiente. Y metidos ya en la Seguridad Social, solicitar una receta para un determinado medicamento que “no sale” en el ordenador de la farmacia, supone también una espera y una buena práctica entre quien te contesta o el especialista al que te remiten, si está presente, o en caso contrario, tendrás que esperar su llamada..
Y no digamos si es preciso acudir a una entidad bancaria, que en muchas ocasiones te “anula” su acceso en tu móvil “por seguridad”. Y corres a la entidad para que te solucionen el caso. Que es posible que te lo resuelvan sin antes haber tenido que solicitar fecha y hora para que te atiendan en la oficina. Y eso si es posible la “atención presencial”, tan socorrida en las consultas sanitarias: “Diga qué quiere, si atención telefónica, atención presencial”. ¡Oiga! Dices tú. Tengo un fuerte dolor de estómago que no puedo “enseñarlo” por vía telefónica.
Pues no digamos (otro ejemplo) si por enfermedad del Covid tienes que renunciar, en junio, a un viaje del Imserso…Te “pasas” CINCO meses solicitando a Turismo Social la devolución de euros que corresponda por la obligada suspensión, mediante intercambios de correos electrónicos y llamadas telefónicas a las que casi nunca se contesta.
Total, que como decía al principio, es el cerebro humano el culpable de todo, por haberse sacado de él tanta técnica avanzadísima y tanto robot que pretende sustituir al hombre… ¡ah! Y a la mujer, claro (por si las moscas, no sea que se enfada alguien alguna mandataria inventora del asunto).
