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No solo es lo de Errejón

por Fermín de los Reyes Gómez
30 de octubre de 2024
en Tribuna
FERMIN DE LOS REYES
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Creo que a estas alturas es conocido el caso de Íñigo Errejón, ese prohombre que comenzó con una beca de la misma categoría que la tesis de Sánchez, continuó dando lecciones éticas y, por supuesto, de feminismo, y está viendo cómo ahora casi ni le conocen en el partido (o lo que sea) al que representaba en el Parlamento.

El escándalo está siendo mayúsculo por varias razones: por su repugnante, si no delictivo (habrá que esperar al veredicto de los jueces) comportamiento con varias mujeres (parece que se van sumando); por su hipocresía al haber sido uno de los adalides del “feminismo” de la ultraizquierda podemita y sumatoria; y, sobre todo, porque parece que todos conocían sus “prácticas” y no solo no le echaron, no digamos denunciaron, sino que las taparon cuando hubo ocasión. El trío que salió el lunes, encabezado por la ministra Mónica García, al conocer un caso el año pasado, afirmó que no se “interpretó como una alarma ni una pauta generalizada por parte de Errejón”, es decir, que uno de los suyos tiene que ser un reincidente (y encima parece que lo era) para que se lo tomaran en cuenta. No solo eso, afirman sin rubor que sabían que tenía problemas de “otra índole” y que intentaron ayudarle. Y pienso, ¿esos problemas eran compatibles con su cargo público? Parece que en Sumar sí, que llega a la conclusión de que lo sucedido es “un triunfo del feminismo” [sic]. ¿Triunfo el que un político use su situación de poder para, supuestamente, abusar de esas mujeres que veían en él un ejemplo? ¿Triunfo que tenga que salir una víctima a dar la cara para que se acuerden de que algo sabían y no haya más responsabilidades?

Con ser esto muy grave, no es el primer caso de encubrimiento en ese entorno de izquierdas, pues Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del gobierno, tiene, en su historial, el caso de uno de sus asesores en Galicia, Ramiro Santalices, que fue detenido por posesión y distribución de pornografía infantil en 2016. El problema era que siete años antes dos militantes (coalición AGE) habían denunciado que aparecían ese tipo de búsquedas en un ordenador del partido que apuntaban al dicho Ramiro, pero Yolanda Díaz, entonces coordinadora general de Esquerda Unida en Galicia, les expulsó de militancia, puso una denuncia, no contra el presunto pederasta, sino contra quienes habían difamado la imagen del partido, y, además, ascendió a Santalices. Ahora va diciendo, cuando le recuerdan el asunto, que puso una denuncia, dando a entender que lo hizo contra el pederasta, al que protegió hasta que fue detenido. En el caso Errejón ha dado dos versiones, una que lo conocía desde el año pasado, con lo que reincide en mirar para otro lado. Suma y sigue.

No quiero, en este contexto, desaprovechar la ocasión para rescatar (aunque sigue vivo en los juzgados) uno de los casos de mayor hipocresía y doble rasero de esta izquierda caviar que solo exige escrúpulos en sus rivales. Se trata del caso de Mónica Oltra, consejera de Igualdad y Políticas inclusivas de la Generalidad Valenciana entre 2015 y 2022, cuando ocurrieron los hechos que protagonizó su marido, primero, ella después. El marido (entonces lo era), Luis R. Icardi, abusó reiteradas veces de una menor tutelada (Maite) de 14 años, siendo educador social en el centro de menores. La niña afirma (al igual que lo ha hecho la actriz Elisa Mouliaá) que tardó en denunciar porque sabía que el abusador era familiar de un alto cargo de la Consejería de la que dependía el centro (no sabía que era la consejera) y temía no ser creída. La directora del centro, habiendo tenido noticia de los abusos, no preguntó a la menor por dichos episodios, tan solo por qué quería abandonar el centro. “Yo sí te creo”. La psicóloga de la Consejería no la creyó (le decía que era un cuento y que lo estaba inventando todo), no le hizo preguntas sobre el abuso, ni lo comunicó a la Fiscalía de menores. “Yo sí te creo”. Para más inri, durante dos años el denunciado siguió trabajando en el centro donde estaba la abusada. Suma y sigue.

El análisis psicológico y forense determinaron que lo que decía la niña era creíble, por lo que el asunto siguió adelante. Sin embargo, llevaron esposada y custodiada a la niña al juicio porque la Consejería ocultó que era la víctima con el fin de desacreditarla. El marido, al final, fue condenado a 5 años de prisión. Sin embargo, no quedan ahí las maniobras de Oltra y de varios funcionarios, pues despidieron a Maite, junto con su marido, del hospital de Torrevieja. Fueron los únicos despedidos de un total de 1.058 trabajadores, ¿casualidad? Pese a que el despido fue declarado improcedente, entró en situación precaria, momento en que le quitaron la custodia de los hijos. Cuando el asunto salpicó a Oltra, todos los partidos de izquierda, todas las feministas y los feministos, no solo no se preocuparon por la víctima (¡una menor!), sino que defendieron a Oltra, que era la víctima real, pese a que utilizó su cargo para ocultar lo de su marido y realizar un buen escarnio con quien se atrevió a denunciar. Repito, me parece uno de los episodios más vergonzosos de esta izquierda que se arroga una superioridad moral que ni han tenido, ni tienen. Afortunadamente, Oltra ha sido encausada (que no condenada todavía) por la Audiencia Provincial al haber suficientes indicios, pero para Maite está siendo una lucha desigual, porque no solo no la han creído, sino que la han acosado; porque no solo no ha sido considerada como una víctima, sino que, invirtiendo los papeles, las izquierdas han convertido en víctima a la poderosa. Y, ¡ojo!, el problema no es solo que el marido abusara, sino el abuso de poder de su mujer para encubrirlo.

¿Qué ha pasado con el “yo sí te creo”, que no vale cuando los acosadores son personas poderosas y “de los nuestros”? Por desgracia, son muchos los casos en que se ha demostrado que el interés de esta gente se rige por quién es el “acosador”, no por la defensa de la víctima, en una sucesión de actos hipócritas y desvergonzados que evidencian los verdaderos intereses de estas manadas selectivas y sectarias, que no son otros que permanecer en el poder con mensajes populistas que, en realidad, hacen mucho daño a las víctimas reales. Porque si una actriz de más de 30 años teme denunciar porque Errejón era quien era, ¿cómo lo va a hacer una niña que puede ver arruinada su vida después de ser víctima de abusos?

No me extraña porque esta gente no predica precisamente con el ejemplo, y porque hay bastantes casos en que miran para otro lado si el agresor (en todos los ámbitos) es de los suyos. No quiero pensar qué estaría ocurriendo en España si el protagonista hubiera sido un relevante político de derechas. Pero esa es otra historia, de momento, suma y sigue.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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