Hace cincuenta años, en aquella semana en la que el jueves 20 de noviembre amanecimos con la noticia del fallecimiento de Franco, las páginas deportivas de El Adelantado de Segovia recogían la vida cotidiana de una ciudad que, pese a la trascendencia histórica del momento, seguía pendiente de sus equipos. La Segoviana militaba en Primera Categoría Regional, cuarta división nacional, y ocupaba la décima posición. El Acueducto competía en la segunda categoría regional. En baloncesto, el Imperio OJE, tanto masculino como femenino, disputaba encuentros en la Interprovincial, equivalente a la cuarta categoría nacional. El voleibol tenía como referente al Maristas en la Liga Nacional de segunda división. Y, por supuesto, se hablaba de los Juegos Nacionales Escolares, del campeonato provincial de fútbol, de los torneos de pelota y hasta de un campeonato de tenis en Navas de Oro.
Si miramos hoy, sorprende lo poco que ha cambiado el paisaje deportivo. La Segoviana sigue siendo el buque insignia. El baloncesto y el voleibol mantienen su presencia, y los torneos locales continúan siendo el alma del deporte segoviano. Han cambiado los nombres de los campos de juego: el Peñascal dio paso a La Albuera, el Serichol al Emperador Teodosio y el frontón al Perico. Pero la esencia permanece: competir, reunirse, celebrar; aunque el nivel competitivo no haya subido.
Lo que sí desapareció fue el sorteo de los mozos de reemplazo. Aquella misma semana, 940 jóvenes conocieron su destino para cumplir el servicio militar. Hoy, esa página ya no existe. El resto, sin embargo, sigue ahí, recordándonos que, en materia deportiva, no hemos cambiado tanto. Nos salvan las individualidades.
