Estamos en plena campaña de prevención ante el alto riesgo de incendios y, sin embargo, los medios de vigilancia de la Junta de Castilla y León están a medio gas a pesar de su profesional desvelo en cumplir rigurosa y fielmente con su trabajo.
Me llega la noticia de que la torre de vigilancia de Cabeza Reina en San Rafael mantiene un único efectivo operativo los miércoles y jueves; como si el fuego entendiera de días de la semana. Si, han leído bien, dos días a la semana. Habrá que poner un cartel para que el fuego lo entienda: “Vuelva usted mañana” Aún tengo en la retina el incendio de la sierra de La Culebra, el de Navaluenga o el de La Granja y el de Las Navas en Segovia. Alguien dirá que no es igual ¡Ojalá no lleguemos ahí porque el monte es una tea! Hace un año, un fuego provocado por un rayo estuvo durante horas ardiendo en La Garganta de El Espinar sin que se diera la voz de alarma; nadie estaba vigilando. Tampoco hay una vigilancia suficiente en Villacastín, ni en Otero de Herreros, ni en Santiuste, ni en Rebollo, ni en San Cebrián, ni en Samboal… ¿qué más da? El día que arda el monte sobrarán todos los vigilantes y, mira, eso que nos ahorraremos ¿verdad? ¿Por qué la Junta de Castilla y León escatima en medios? Bueno, no siempre ni en todas las ocasiones ya que el día que se rodó la película “Cortafuegos” de Netflix, el operativo fue sencillamente extraordinario y se usó la zona quemada por el incendio de La Garganta. Una medalla es una medalla.
Tal vez esté siendo injusto, así que, por si acaso, voy a leer la Ley 3/2009 de Montes de Castilla y León cuando manifiesta que los montes son sistemas que deben satisfacer la tradicional protección hidrológica, la conservación de la biodiversidad o del paisaje o el de desarrollo de las actividades de ocio y contacto con la naturaleza como depositarios de un acervo cultural y educativo vinculado a su uso secular. Bien. Es decir, están sujetos a una protección especial. La carta de presentación es buena, lo que parece inadecuado es la ejecución de esos objetivos con una sensación de tirar la piedra hacia arriba y esperar que no nos dé en la cabeza. Los incendios ni se combaten desde despachos decorados con cuadros de idílicos paisajes ni tampoco en verano. Se combaten con prevención y, cuando esta no es suficiente, con músculo, azadones y batefuegos. Emocionalmente no hay nada más caro que un paisaje abrasado. Cuando no se hacen los deberes —tengo esa impresión— sólo queda cruzar los dedos en el día del examen. ¡Ojalá que no suspendamos!
Con más de dos millones de hectáreas, los montes son elementos constitutivos del patrimonio histórico y cultural de Castilla y León; consecuentemente, también de nuestra tierra alta segoviana. Para mi tierra, el monte es la síntesis de lo que somos, de lo que fuimos y de los que queremos seguir siendo. ¿Hay alguien que no quiera proteger mejor su casa? ¿Entonces porqué escatimamos en la vigilancia del monte? No entiendo nada. Se está sustituyendo al hombre por la tecnología. Vale, llámenme antiguo, pero yo prefiero compaginar a un buen profesional en lo alto de una torre de vigilancia en verano y el clásico “roce” y limpieza del monte en invierno junto con un satélite y toda la tecnología que sea precisa. No hemos aprendido nada. Contra el fuego, no sobra nada ni nadie.
