Hace cuarenta años, dos terroristas disfrazados de operarios asesinaron en su casa de San Sebastián a mi hermano, Enrique Casas Vilá, mientras su hijo adolescente tocaba el piano. Era senador socialista por Guipúzcoa.
El 21 de enero de 2000, para comunicar la ruptura de la tregua que había durado 14 meses, los terroristas asesinaron al teniente coronel Pedro Antonio Blanco; su hijo de 12 años se lo comunicó a su madre: “mamá, … ¡es papá!”.
El 6 de mayo de 2001 Manuel Giménez Abad, presidente del Partido Popular de Aragón, fue asesinado en la calle cuando iba a un partido de fútbol, en presencia de su hijo adolescente.
Y así hasta 853 asesinatos de personas inocentes: 22 niños, guardias civiles, policías nacionales, un gendarme, militares, ertzainas, jueces, fiscales, políticos, …; 853 personas inocentes asesinadas por ETA.
No hay que olvidar. El asesino del marido de Carmen Elías, concejal de Azcoitia, le dijo a su viuda que el culpable del asesinato de su marido era la Historia. Resulta que fue la Historia, no los terroristas manejados por una pandilla de fanáticos desalmados, sin alma, que reclutaron a cientos de jóvenes vascos para que asesinaran a personas inocentes: en la entrevista de Jordi Evole al terrorista Iñaki Recarte, éste le dice sobre Pakito: ¿Qué quieres que diga de una persona que manda a chavales a matar a gente, y a morir? La Historia tiene que recordar a todos esos asesinos exclusivamente como asesinos de personas inocentes. Cuando se restauró la democracia se concedieron dos amnistías a los delitos anteriores, para que nadie volviera a matar.
Pablo Motos pregunta a Alfonso Guerra en el Hormiguero: ¿Qué tiene de progresista pactar con Bildu?, y Guerra responde: “Mire, estos señores de Bildu, no sé si ellos, o su camada, su gente, mataron a gente, entre ellos a compañeros y amigos muy amigos, porque Enrique Casas era muy amigo mío, mucho, Fernando Múgica era muy amigo, y otros más, y, claro, ¿esos son mis aliados?, ¿esos son mis socios?, no, esos son mis enemigos. A mí en política no me gusta hablar de enemigos, me gusta hablar de adversarios, de rivales, no de enemigos; pero cuando hablo de los terroristas, de los violentos…, enemigos”.
La actual dirección del partido socialista y Patxi López, que sin duda ha olvidado las veces que portó el ataúd de alguno de sus ocho compañeros socialistas y de UGT asesinados por ETA, lo resuelven con un “hay que pasar página”. Dos leyes de memoria histórica para la reparación a las víctimas del franquismo, que acabó en 1975, hace 50 años, y un “hay que pasar página” para la reparación a las víctimas del terrorismo etarra; ETA se disolvió en 2018, hace 6 años.
Este PSOE, que olvida y “pasa página”, pacta con Bildu, gobierna en España y en Navarra gracias a Bildu; a cambio le presta diputados para que forme grupo parlamentario propio, le cede el ayuntamiento de Pamplona, acepta la salida de Navarra de la Guardia Civil de Tráfico. Y vota en contra de poner fin a los homenajes de ETA: no se puede ser más miserable.
No se debe pactar con Bildu porque hace homenajes a los asesinos que regresan a sus pueblos, y porque lleva en sus listas electorales a condenados por terrorismo. Con su pacto con Bildu, este Partido Socialista rescata de las cloacas de la historia a unos asesinos de personas inocentes que ni se arrepienten ni piden perdón, les da visibilidad, acepta sus chantajes, y amplifica la acción política de un minúsculo grupo de 6 diputados, herederos de los asesinos de 853 personas inocentes.
Hay socialistas con principios, cabeza y corazón, que no pactan; los socialistas que necesitan mantenerse en el poder para subsistir, porque el partido es su única oficina de empleo, olvidan los principios, olvidan a las víctimas, pasan página, y pactan. Es preciso que se alcen voces dentro del propio Partido Socialista en contra de tanta indignidad; o cambiar el voto, o la abstención.
No hay que olvidar; no hay que votar a este Partido Socialista.