Estaba ayer muy nerviosa Consuelo Ordóñez, hermana del dirigente del PP vasco Gregorio Ordóñez, asesinado por ETA en 1995, que el pasado viernes se vio las caras con el preso Valentín Lasarte, condenado por colaborar en aquel atentado. Tuvo que hacer un esfuerzo tremendo para estar ahí y poder mostrar luego sus sensaciones ante la nueva estrategia del Ejecutivo de poner en contacto a víctimas y verdugos. También le costó mucho dar la rueda de prensa que ofreció ayer, que se resumió en cuatro palabras: «Ni olvido ni perdono».
Y eso que el arrepentido, cuyo testimonio ha hecho que a Txapote le caigan 30 años de cárcel, le pidió varias veces que le perdonara. ¿La razón? Que se negaba a darle detalles de ese crimen y de otros muchos en los que participó, ya que eso implicaba delatar a más antiguos compañeros. Eso sí, según ella, le dijo que el exjefe de la organización criminal había estado implicado en un atentado, como dijo en 1996 y, posteriormente, negó por miedo a represalias, ya que la banda le considera un traidor y ha recibido múltiples amenazas tanto él como su familia.
La reunión mantenida en la cárcel alavesa de Zaballa no fue muy fructífera para una mujer que, desde hace 17 años, lleva una cruz. Para el recuerdo queda cómo en cierta ocasión, en 1998, preguntada si quería colaborar con una revista universitaria que trataba la penúltima tregua de ETA, al enterarse de que también firmaba un político de HB y Martin Garitano, dijo: «Os estáis equivocando. A esta gente no se le puede dar cancha de ninguna de las maneras, les hacéis el juego».
Aunque no descartó que la petición fuera sincera e incluso explicó que Lasarte está «probablemente arrepentido», destacó que ella «ni olvida ni perdona», ya que «el que tiene que hacerlo está muerto», y que aceptó acudir a este encuentro para reclamarle que colabore con la justicia para identificar a los autores de crímenes de ETA que aún permanecen sin resolver.
Asimismo, la portavoz de Covite censuró que, con su plan de reinserción, el Ministerio del Interior «no solo ha desoído» la petición de las víctimas de plantear la colaboración con la Justicia «como condición exigible» para acogerse al programa, sino que, «inclinándose ante las tesis nacionalistas apoyadas por el Gobierno vasco, ha flexibilizado los requisitos» que se contemplaban hasta ahora para acceder a la vía de integrarse en la sociedad.
Además, denunció que resulta «surrealista» que deba ser una víctima la que pase por el «trago» del encuentro con uno de los responsables del asesinato de su hermano para plantear esta exigencia.
Tal y como explicó, durante el encuentro, y haciendo gala de su enérgico carácter, pidió a Lasarte información sobre los 300 atentados de ETA que permanecen sin esclarecer y que se cometieron desde que él entró en la banda hasta que fue detenido. Solo le ayudó en el crimen de un policía en 1995, que lo cometió Txapote. Cuando le preguntó que por qué no le ayudaba con los demás casos, éste no respondió, viviéndose entonces momentos de tensión. «Posiblemente, sea por miedo, pero no me importa».
Este descontento de las víctimas también fue compartido, horas antes, por Mari Mar Blanco, hermana de Miguel Ángel Blanco.
