De padre vietnamita y madre belga, Michèle Nguyen nació en Argelia y creció y se formó en Bélgica. A la luz de su espectáculo, “Vy”, que ha podido verse este fin de semana en la Sala Caja Segovia, esa infancia, en casa de una abuela que más bien recuerda a la madrastra de los cuentos, debió tener más sombras que luces; ella misma explica que esta historia de una niña y sus tres hermanos que viven asustados y tienen que aprender a reir solo por dentro para no molestar es la suya y la de sus hermanos.
Tiene este espectáculo, pues, mucho de catarsis, de sacar del alma cosas clavadas. Y tiene mucha poesía, mucha delicadeza, fragilidad, las dosis justas de gore con el capítulo de San Jorge y el dragón… Lo que no tiene apenas son títeres, porque la propuesta de Michèle Nguyen está más cercana a la narración oral que a otra cosa, y su pequeña marioneta de varillas no es sino un apoyo puntual en algunos momentos de la narración.
Claro, que Titirimundi ya nos tiene acostumbrados a ese crisol en el que los títeres conviven con otros géneros y, con la fuerza expresiva de Michèle, tampoco se les echa de menos.