El momento del español Rafa Nadal, el ‘rey de la tierra’, quedó reflejado ayer en su tremendo esfuerzo para derrotar al estadounidense John Isner, 39 del mundo, en su primer partido a cinco sets en toda su vida en Roland Garros.
El de Manacor estuvo contra las cuerdas, pero al final resurgió para ganar al ‘gigante’ de Greensboro (Carolina del Norte), de 2,06 metros, después cuatro horas y un minuto, para vencerle por 6-4, 6-7 (2), 6-7 (2), 6-2 y 6-4 al tercer punto de partido, y alcanzar la segunda ronda de la forma más sufrida que él mismo pueda recordar.
Tras ganar el último punto, Rafa explotó y gritó con fuerza para quitarse toda la presión de un partido que jamás soñó y que resultó una pesadilla para él. Fue tanta la tensión vivida, que incluso se la contagió a su tío y entrenador Toni, casi siempre inalterable, que desde la grada le gritaba incesantemente: «¡Vamos, vamos!», con los puños cerrados.
«Ha sido muy difícil si, ha sido un rival muy duro, y su saque es casi imparable», señaló el balear sobre la pista. «Él ha hecho un gran partido y le deseo lo mejor para el resto de la sesión», añadió sobre Isner.
«Ha sido un partido muy cerrado, con mucha presión, y en los desempates estaba muy nervioso», reconoció Nadal, «pero esta victoria es vital para mí. Este torneo siempre es muy importante para todos los jugadores, pero especialmente para mí porque tengo de él momentos inolvidables», continuó.
Nunca un campeón de Roland Garros ha caído al año siguiente en su debut. Nadal, que jamás se había visto forzado a esa emboscada, estuvo a punto de convertirse en el primero, pero como le sucedió en la final de Roma de 2005, ante Guillermo Coria, y en 2008, contra Federer, logró llevarse el choque exprimiendo al máximo su físico.
