Si hay una música propia para evadirse de las preocupaciones que en ciertas épocas nos ocupan más, ésta es el vals. Esto es así porque los vieneses, que tienen un sentido más musical y práctico a la vez, lo inventaron asimilando una danza bávara y tirolesa, el ländler, y desarrollándolo de tal modo para celebrar cualquier acontecimiento por malo o bueno que fuera.
En esta ocasión, la Fundación Villa de Pedraza ha acertado otra vez trayendo a la orquesta de Viena del Festival Strauss, que pasea continuamente por medio mundo el espíritu vienés y nos hace olvidarnos por un rato de los problemas económicos que pesan hoy en día sobre todos nosotros, para que mañana, descansados y algo más felices empecemos a resolverlos.
Contaron con la dirección del maestro Peter Guth, verdadero showman con sentido del humor y un verdadero solista de violín, discípulo del gran David Oistrackh en sus años de Moscú. No descansó un momento en su quehacer como director, tocó el violín muy a menudo y manejaba muy hábilmente los recursos de los gags, como los disparos de escopeta, los taponazos del champán, cava en español según explicó en un más que correcto español. Casi para terminar y desear suerte en la final de hoy, nos anunció un vals «España» que no era más que una verdadera jota, cosa que agradecimos.
El programa se centró en la familia Strauss, padre e hijos como Johann y Josef, junto con un ejemplo de Ziehrer, sucesor como maestro del baile en la corte de Viena de los Strauss y competidor de ellos.
De todos los números debemos destacar la polca rápida «Sin complicaciones» de Josef Strauss, la polca francesa «En los bosques de Krapfen» de Johann Strauss hijo, en la que se lucen los de la percusión a cargo del cuco y de los trinos de pájaro. También el galop gitano de «El barón gitano», una de las óperas de más éxito de Strauss y en la que este número se inspira en Las Bodas de Luis Alonso de Jerónimo Jiménez, de esta misma otro número, la marcha.
De «El murciélago», el otro éxito de Strauss en la ópera, pudimos disfrutar de un número para acompañarlo, según nos dirigía el director, con cuatro golpes de los pies y tres palmadas de cada espectador con sus acompañantes de derecha e izquierda, en fin, un número que contó con la participación de todos los espectadores.
Y como suele pasar en estos conciertos, terminamos con la marcha Radetzky, al compás de todas las palmas del público, dirigida por una niña, que eligió el director entre el público, y que lo hizo muy bien. Esta marcha de Strauss padre compuesta en honor del héroe de Custoza fue compuesta como otras en honor de los éxitos del emperador y sus colaboradores. Sin embargo, Johann Strauss hijo compuso la Marcha de la Revolución, que se interpretaba en las barricadas revolucionarias, hijo y padre no profesaban las mismas ideas políticas, aunque se parezcan mucho en sus concepciones melódicas. Con el tiempo, que todo lo cura, el hijo llegó a cosechar todos los éxitos en su carrera nombrándole el emperador director de la música de baile de la corte, sin duda, por su enorme valía melódica en tiempos de tanto cambio, los Strauss siguen triunfando, pero casi nadie se acuerda del último emperador austríaco.
Un éxito más de la Fundación Villa de Pedraza que cosechó un gran aforo y un gran nivel artístico.