Era ya a priori muy interesante el programa con el que ayer se presentó en Segovia el quinteto de viento Globo Ensemble. El concierto se enmarcaba dentro del VII Ciclo de Música de Cámara en las ciudades Patrimonio de la Humanidad de España. Trajeron las componentes un repertorio de autores franceses de distinto estilo y de dificultad interpretativa creciente. Músicos como Maurice Ravel (1875-1937) y Jean Françaix (1912-1997) que requieren tanto una coordinación al abordar la nota como en los perfiles de los sonidos y de sus alturas. Algunos de los paisajes de estos dos compositores son sencillamente diabólicos, como cuando, en uno de los movimientos de Mi madre la oca, Ravel aprovecha la escala pentatónica y a quien no anda con cuidado se le descuajeringa la interpretación. Tres cuartos de lo mismo ocurre con el Quinteto de viento num. 1 de Françaix, que puede llegar a abrumar por su exigencia de virtuosismo a los intérpretes, cuyas habilidades técnicas se ponen a pruebas en medio de deconstrucciones de lenguaje y continuas variaciones.
Salieron a flote las cinco intérpretes de Globo Ensemble: una fantástica solista de flauta, unas más que solventes oboetista, clarinetista y fagotista, y una trompista a la que en ocasiones se le olvidaba entrar a tiempo y se iba de tono. Pero es que, como decía, el repertorio era de aúpa, y no es la Alhóndiga –que sustituyó a la programada en un principio iglesia de San Nicolás- un lugar para conseguir virtuosismo sónico.
El concierto de cámara comenzó con tres piezas breves de Jacques Ibert (1890-1962): clasicismo y ligereza para abrir boca. Por cierto, los amantes de Orson Welles lo recordarán como el autor de la música de la banda sonora de su película Macbeth, de 1948.
Mi madre la oca, de Ravel, es un divertimento de este autor francés al que quizá la clasificación que mejor se le ajusta es la de impresionista, y del que hoy se recuerda su por otra parte excitante Bolero. Reúne distintos cuentos para niños y, aunque en un principio fue escrito para un dueto de piano, tiene momentos brillantísimos para un quinteto de viento, como la conversación entre la Bella y la Bestia o el final grave de la pieza. Las músicas ofrecieron una muy correcta interpretación.
Como se ha dicho, el Quinteto de Français se las trae. Es de agradecer que las Globo Ensemble se enfrentaran a él con buen ánimo, y salieron victoriosas de la contienda salvo las dos cosillas apuntadas antes que se quedan en nada porque requiere la pieza un esfuerzo imponente en su ejecución a cinco voces. Para desengrasar, las componentes se despidieron con un alegre tango del compositor brasileño Julio Medaglia. Una bonita mañana de música que aligeró el ‘no puente’ de algunos.
