El Museo Etnológico de Bercial nace de la necesidad de un grupo de personas de la localidad que, al constatar “que el vertiginoso paso del tiempo arrastra el pasado más reciente al olvido”, se empeñaron en “conservar retazos” que permitan la vuelta, desde el recuerdo, a la historia de este pueblo que dista 33 kilómetros de la ciudad de Segovia y que, como otros de la comarca, quizá el que más, debe su nacimiento a la cercana Abadía de Párraces, hoy Caserío de Párraces, fundada inicialmente en el siglo XI, y que en los siglos XIV y XV se convirtió en uno de las señoríos de abolengo más importantes de Castilla. Los restos del monasterio actuales datan del siglo XVI.

Cuentan las responsables de la Asociación cultural Museo Etnológico de Bercial, sin ánimo de lucro y que gestiona y mantiene este espacio, que su nacimiento, fue inaugurado en 1997, nace de “la necesidad de aferrarnos a nuestras raíces y a nuestra cultura”.

El Ayuntamiento de Bercial cedió el local de la antigua escuela de niñas del pueblo y la Junta de Castilla y León financió en un primer momento la rehabilitación del edificio. Cuenta la secretaria de la asociación, Luz Pérez García, que la escuela tenía una única sala y un espacio exterior donde estaba la ‘gloria’, el sistema de calefacción empleado cuando la escuela estaba en funcionamiento. Ese espacio se cubrió para disponer de otra estancia. Posteriormente, ya en este siglo, se han llevado a cabo actuaciones de mejora con fondos europeos LEADER. En 2007 una ampliación y en 2011 el acondicionamiento de las instalaciones hasta convertirlo en el museo que es en la actualidad.

Luz Pérez explica que hasta entonces no contaba con las mejores condiciones sobre todo para la conservación de los fondos y, además, no había un criterio expositivo adecuado. Las mejoras se centraron entonces en iluminación, cartelería, pintura, vitrinas y armarios, estos últimos principalmente para proteger telas y ropa.

Tras la finalización de la intervención se llevó a cabo una reinauguración del museo pero Pérez opina que todavía está poco visitado. “La gente piensa que un museo etnológico es una colección de trastos pero no es así. Hay distintos espacios con un criterio expositivo que nos parece hace agradable la visita”, añade.

En este sentido, los estatutos de la asociación establecen tres fines: didáctico (mostrar costumbres, usos productivos, creencias, etc. de las comunidades rurales que nos anteceden en esta zona de Castilla y León), científico (custodiar y estudiar un amplio muestrario de piezas, testimonio material de la forma de vida y de la organización de una sociedad del pasado, de la historia de Bercial) y de conservación (de un patrimonio importante desde el punto de vista etnográfico pero sometido a un irreversible deterioro fuera de este centro de recepción y preservación).

Visita al museo

La visita al museo comienza en un recibidor donde a través de un panel se informa del origen de Bercial, como poblado nacido al amparo de la rica Abadía de Santa María de Párraces. A partir de ahí se diferencian básicamente tres grandes espacios expositivos.

En primer lugar, la sala central está dedicada a las piezas más preciosas o, al menos, más vistosas de la exposición permanente. Se trata fundamentalmente de las vestimentas típicas de los hombres y mujeres de la zona en los años finales del siglo XIX o principios del XX, pero también se encuentran diversas labores del ajuar femenino.

La industria pañera segoviana fue una importante fuente de riqueza en toda la provincia y en el museo puede encontrarse una muestra de sus confecciones.

En esta sala central hay también una interesante colección de documentos que informan, en general, de la organización de la sociedad en determinadas etapas de la historia del pueblo, desde cartillas de racionamiento a una bula papal, un salvoconducto, cédulas de identidad, igualas médicas o veterinarias, hijuelas, libros, revistas, periódicos, etc., así como otros privados de hechos ocurridos entre vecinos.

A continuación, la sala más grande del museo se divide entre dos temas principales. Una amplia zona está dedicada a los aperos y herramientas de los oficios que eran más comunes en la comarca. Destacan, por ser los que ocupaba a mayor población, los de la agricultura. También hay otras que dan testimonio de actividades como las de resinero, carpintero, herrador, ebanista, albañil o zapatero.

Al otro lado de esta sala se recrea una escuela típica de los años sesenta del siglo pasado. Como elementos más significativos, preside en la pared un mapa político de la España preconstitucional, con una Castilla la Vieja con salida al mar en la entonces provincia de Santander, ahora comunidad autónoma de Cantabria.

En la escuela también se recogen objetos relativos a la Cruz de la Sierra Vieja, fiesta infantil que los escolares celebraban a mitad de la Cuaresma. Esta zona del museo incluye otros elementos de la infancia: ropas, juegos, etc.

El tercer gran espacio diferenciado ocupa la recreación de una cocina de los años iniciales del siglo XX, con el hogar de lumbre baja, pucheros de hierro y barro, vasares con platos de porcelana y cubiertos de alpaca, cántaros en su cantarera, las zafras (vasijas de metal para el aceite), las lecheras y una mesa con hule, así como gran variedad de utensilios que se utilizaban en la matanza del cerdo, ritual tan importante para la economía doméstica que, por necesidad y por gusto, se convertía en fiesta familiar.

En un lugar anexo al de la cocina se han situado los útiles del oficio de panadero, algo que desde la asociación han querido destacar porque aún en los años 60, cuando la población de Bercial ya era inferior a los 200 vecinos —en la actualidad rondan los 90 empadronados pero en verano se multiplica—en esta localidad seguían existiendo tres panaderías que también abastecían a otros pueblos cercanos.

Con esta exposición, además de procurar la conservación y la protección de los fondos (donados, cedidos o adquiridos), se ha cuidado mucho la estética para que el recorrido resulte agradable al visitante, además de didáctico.

La visita al Museo Etnológico de Bercial es recomendable para cualquiera, a título individual o en colectivos. Los más mayores pueden recordar otros tiempos vividos, quizá en su infancia, y los más jóvenes conocerán costumbres casi olvidadas y entender la evolución de la sociedad hasta el momento actual. Resulta especialmente indicada para usuarios de residencias de mayores y también para el alumnado de centros educativos.

De hecho, Luz Pérez comenta que durante un tiempo sí se han producido estas visitas de grupos e insiste en que es un museo “por descubrir” con mucho atractivo.

Para visitarlo es necesario concertar cita llamando al teléfono 620050320 o a través del correo electrónico museoetnologicobercial@gmail.com.

La visita es gratuita. En el museo el visitante encontrará “una cestita para colaboraciones o donaciones voluntarias, que destinamos a su mantenimiento, como la limpieza de las estancias”, indica la secretaria de la asociación, que comenta que en Bercial “tenemos la costumbre de asociarnos para todo y nos movemos los particulares con iniciativas como el museo, del que prácticamente todo el pueblo es socio y se paga una cuota anual de 10 euros”.

Desde su nacimiento a finales de los años 90, esta asociación ha querido organizar otras actividades tanto en el museo como en el pueblo para enriquecer la vida cultural de Bercial. Inicialmente hubo exposiciones temporales, con mucha implicación de voluntarios, sobre el ajuar doméstico de una casa de principios del siglo XX, otra de fotografías de familias del pueblo, contando la historia de varias generaciones y, por extensión, la de Bercial en décadas pasadas y otra de un taller de costura. En los últimos años han expuesto pintores como Pablo Caballero, Ana Varea, Ricardo Renedo y fotógrafos como Enrique de la Peña o Celia García, así como la colección de arte del empresario Tomás Rivilla, natural de Bercial. Vinculado a este municipio, el clarinetista Marino Delgado ha llevado hasta allí a intérpretes para conciertos de música clásica.

En los meses de verano, la música y el cine se intercalan, prácticamente con actividades semanales, en una placita del pueblo, gracias también a un colaborador, Alfredo Pérez. Otra colaboradora, y asesora de la asociación, es la historiadora María Teresa Llorente, que el verano pasado guió a 70 personas en una visita a la antigua Abadía de Párraces —que la asociación quiere repetir anualmente—, lugar de donde por otro lado el museo conserva una antigua embuchadora para hacer chorizo y una herramienta para afilar sierras, cuchillos, hachas…