Ha sido una clara tarde, triste y soñolienta, como recogió en «Soledades» el poeta Antonio Machado, vinculado con esta ciudad, entre 1919 y 1932, que vio pasar hoy la oportunidad de ser la capital europea de la cultura en 2016.
Tarde de nervios y calles vacías, con una temperatura de 35 grados, pero con muchos segovianos, gente de a pie, pendientes de las noticias que llegaban del Ministerio de Cultura, porque había esperanza, que crecía cada minuto que iba pasando.
En un hotel del casco histórico se han concentrado decenas de personas, principalmente políticos municipales y voluntarios que han colaborado con la Oficina de Segovia 2016, para seguir en directo el veredicto del jurado que ha presidido Manfred Gaulhofer.
El lugar que ocupaba un antiguo patio del siglo XVI hoy cubierto, hervía bajo la cúpula de cristal, no sólo por la temperatura exterior, sino por el deseo concentrado en decenas de personas que se han colocado frente a varias pantallas de televisión, previendo final feliz.
La primera fila para varios concejales del equipo socialista que han sujetado una pancarta con el logotipo que defendía la capitalidad, que ha sido la primera en recogerse tras el anuncio de que la elegida ha sido Donostia-San Sebastián, con incredulidad de algunos y moderada crítica política de otros.
La mayoría de los asistentes a este directo televisivo vestían camisetas o pin con el logotipo segoviano que, casi al unísono, se han echado las manos a la cabeza y han gritado al conocer la decisión del jurado.