A primera vista, el referéndum celebrado el pasado domingo en Ucrania para decidir una escisión de Kiev puede parecer un éxito triunfal para las autoproclamadas «repúblicas populares» de Donetsk y Lugansk. Sin embargo, las fuerzas separatistas en los territorios del este parecían ayer bastante solas.
El Kremlin manifestó su valoración de las consultas: Moscú respeta los resultados que muestran un apoyo de hasta el 96 por ciento a la escisión. ¿Pero reconocimiento? Incluso el ministro de Exteriores, Serguei Lavrov, evitó esa palabra, en un signo de que quizá Rusia no quiera volver a cambiar las fronteras en Europa, al contrario de lo que hizo en el caso de la península de Crimea.
Y aún hay que esperar a ver cómo reaccionar a la recién proclamada independencia de Donetsk, que pidió además una anexión al territorio ruso.
El Kremlin reaccionó a los resultados pidiendo un «diálogo civilizado» de los opositores y Kiev, lo que supone en la práctica un llamamiento a la unión a favor de una federalización más amplia y una autonomía más fuerte del este de Ucrania, de forma que Rusia pueda mantener su influencia en el este de la exrepública soviética.
Los expertos en Moscú detacan que Rusia no puede reconocer en estos momentos las «repúblicas populares» de Ucrania.
Por otro lado, el Ejecutivo anunció que no negociará rebajas a Ucrania en los precios del gas hasta que Kiev no pague sus deudas, ni tampoco suministrará más combustible a su país vecino a partir de junio si no es a cambio de previo pago.
El 7 de mayo venció el plazo para el abono de los recibos pendientes de 3.508 millones de dólares (2.550 millones de euros) a Rusia.
