La obra del escultor Moro (Madrid, 1933) no se puede separar de su trayectoria vital y de su pensamiento, por eso un resumen hay que verlo desde un todo. Y dice este artista segoviano que encuentra la armonía dentro de su cuerpo: “Porque lo que somos es lo que no se ve, las emociones, las ideas… luego viene otro y lo interpreta”.
Su vida, la interior y la exterior, queda recogida en tres tomos de un libro, editado por Eva González, presentado en el Museo “Esteban Vicente”, anoche, entre amigos y gente que le admira, también desde ese todo.
La publicación empieza por el final de la pirámide, sintetizando, buscando una coherencia, frente al aparente barroquismo, con las fotos de algunas de sus intervenciones y exposiciones más destacadas y textos de prensa, con críticas y entrevistas. Luego viene el desarrollo temático y cronológico, según González, quien ha logrado ordenar más de sesenta años de la vida de un artista, como Moro.
Quien huyó de la llamada España negra para representar lo luminoso y lo atrevido, en palabras de la directora del museo, Ana Martínez de Aguilar, sostiene que en las páginas de la completa publicación están las claves para saber por qué ha cambiado de materiales y de forma de ver las cosas o por qué ha habido épocas donde en su obra ganó peso la abstracción, la cinética, el espacio abierto o lo metálico.
Antes estaba en su cabeza, ahora página a página se irá descubriendo de todo un poco, un conjunto que también abarca a otras gentes y momentos, a ciudades, paisajes y colores; a formas de entender la vida…, esa en la que también estaban algunos que se fueron marchando.
Visto por Moro, el artista anarco que, generoso, deja la interpretación al libre albedrío del espectador, sin dirigirle, porque el arte no es lo que se ve, es la máxima que aprendimos en la lección del maestro, ayer.