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Morir de pena

por Javier Gómez Darmendrail
16 de agosto de 2023
en Tribuna
JAVIER GOMEZ DARMENDRAIL
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Un reciente e interesante artículo de José Luis Casla sobre Juana I de Castilla, me dirigió de una manera inconsciente a la famosa escena III del acto II del libro de Montherlant “Le Cardinal d’Espagne”, que constituye un magnífico diálogo entre el cardenal Cisneros y Juana, Reina de Castilla, título que debió ejercer pero que nunca desempeñó.

Si es cierto que Montherlant escribe guardando una gran libertad de invención, no es menos cierto que respeta las circunstancias históricas, bien asesorado por especialistas y consejeros españoles. Ciertamente Henry de Montherlant era un enamorado de España.

Siempre me pareció que se trata de una escena interesante por su fuerza y su verosimilitud. Hace once años que ha muerto su marido, el rey Felipe, y no asiste a ninguna ceremonia ni se deja ver por nadie, por lo que Cisneros viene a pedirle que reciba a su hijo Carlos que viene a Madrid y de paso reprocha su actitud de no salir nunca de casa.

A un momento dado la Reina explica que “Tengo un recuerdo (se refiere a su marido) y eso me permite soportar esta vida. Cuando deseo mucho la muerte, me digo que, muerta, ya no me acordaré, y ya no tengo ganas de morir”. Cisneros contesta brutalmente que el rey os pegaba, os encerraba días y días y vuestro hogar era un infierno. Ella replica que la alegría de otros da miedo y que murió de pena cuando murió su esposo. Es entonces cuando Montherlant pone en boca de Cisneros que “No morimos de pena en Castilla. Quizá en Nápoles o en Flandes se muera de pena. Pero nuestra raza es de otro metal, y nosotros no morimos de pena”.

Juana, la mal llamada la Loca, al parecer era una mujer culta e inteligente y Montherlant se ocupa de subrayarlo en algunas contestaciones que da a Cisneros. Una de ellas cuando responde al Cardenal que “el molino funcionará siempre, con él o sin él”, lo que me parece una excelente frase para contestar a aquellos que se creen imprescindibles. Y otra cuando Cisneros se enfada y replica si sabe bien a quién habla. Su contestación es magnífica: “hablo a al cardenal de España, arzobispo de Toledo, Primado de España, Regente y Canciller de Castilla, gran Inquisidor General, que no es más que polvo como todos nosotros”. Una contestación digna de interés para que reflexionen algunos ególatras de la política actual.

Hay momentos tensos donde Juana consigue poner nervioso a Cisneros y le afea que huyese del monasterio para ser confesor de la reina Isabel. Opina que tenía que haberlo rechazado y ser firme, pero no quiso porque lo que más ha deseado por encima de todas las cosas es gobernar. “Estoy tan poco loca que he descubierto esto”.

Se trata de una mujer interesante y habría que tratar de estudiar más en profundidad de qué manera afectó a su personalidad el hecho de ser encerrada por su marido Felipe el Hermoso en Bruselas y posteriormente recluida en Tordesillas por su padre Fernando y su hijo Carlos. Encerrada en Tordesillas porque al perecer estaba loca; pero eran muchos los que afirmaban que estaba cuerda y su cautividad era debida a la ambición tanto del padre como del hijo. Para el Centro Psicoanalítico de Madrid, en los 46 años de confinamiento la Reina tuvo sin duda síntomas de esquizofrenia, enfermedad producida seguramente por su melancolía y sus paranoias. Pero es justo reconocer que no todo el mundo sería capaz de mostrar prudencia y conocimiento como hizo ella en varias ocasiones, habiendo sido tratada de la manera en que lo fue.

En todo caso, Juana I de Castilla, su hijo Carlos V y el regente Cisneros son tres personajes de gran importancia histórica, porque el tremendo enfrentamiento entre su esposo y su padre a la muerte de su madre Isabel la Católica, hizo que finalmente fuera ella la sacrificada a favor de su hijo Carlos, quien desembarcó en España con una corte de flamencos cuyo principal propósito era esquilmar al país. En Castilla sabemos bien lo que aquello significó. Pero eso es otra historia.

En todo caso, la vida de Juana y la tortura de su cautividad son muy conmovedoras, y cuánto más se conoce, mayores son las ganas de defenderla.

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