Haciendo honor a su condición de diplomático profesional, el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, trató ayer de apagar el fuego creado por los desplantes del presidente venezolano, Hugo Chávez, y, con la vista puesta mucho más en aplacar los ánimos del dirigente populista que en la dignidad del propio Gobierno español, amoldó la realidad para explicar que la intención de José Luis Rodríguez Zapatero fue pedir «información», más que explicaciones, al régimen de Caracas sobre su supuesta ayuda para que ETA y las FARC entablaran una alianza criminal.
El socialista reaccionó así a las declaraciones realizadas la víspera por Chávez, quien despreció al inquilino de Moncloa al defender de manera implícita a los terroristas de la banda vasca -a quienes comparó con Simón Bolivar- y proclamar que él no le debe explicación alguna al Ejecutivo patrio.
Como colofón, en un ejercicio de voluntarismo, Moratinos expresó su confianza en que el mandatario venezolano «colabore» con la Audiencia Nacional para esclarecer los posibles vínculos entre ambas organizaciones criminales.
En suma, siempre a juicio del titular de Exteriores, lo primordial es que «ambos Gobiernos trabajen con la Justicia», sin que, por supuesto, ello afecte a las buenas relaciones que hay entre los dos países y que, a la postre, se traducen en sustanciosas inversiones de empresas patrias en la nación sudamericana. Ello, cómo no, impide la adopción de «medidas drásticas», como convocar a los embajadores, al menos hasta que no se esclarezca el caso en los tribunales.
Tal debilidad fue explotada de inmediato por Caracas, que criticó que las acusaciones de colaboración con ETA se basen en material informático incautado a un guerrillero y que, a través de su ministro de Asuntos Exteriores, Nicolás Maduro, acusó al juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco de basarse en un «instrumento de guerra política» para denunciar el respaldo institucional a ETA.
polémico ordenador. Cabe recordar que los numerosos indicios de vínculos entre ambas mafias terroristas se descubrieron tras analizar el disco duro del ordenador del guerrillero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia Raúl Reyes.
«Debe saber la opinión pública española que con esa computadora se pretendió perseguir a la izquierda democrática y luchadora de Colombia, y se trataron de fabricar juicios» contra el presidente ecuatoriano Rafal Correa y el nicaragüense Daniel Ortega, afirmó Maduro en un generoso empleo de la misma retórica populista tan habitual en su jefe.
Los nuevos desplantes de Caracas sirvieron para que el líder del PP, Mariano Rajoy, volviera a criticar las «amistades peligrosas» de Zapatero, y proclamara la necesidad de «poner en su sitio» a gente como Hugo Chávez y los hermanos Castro, porque España es «una democracia».
El líder popular insistió asimismo en su reclamación al Ejecutivo para que cite al embajador de Venezuela en exigencia de una explicación sobre los vínculos entre ETA y las FARC y la cobertura que tal alianza recibió por parte del Gobierno de Caracas.
«O tiene razón el juez o este señor, y creo mucho más al magistrado de la Audiencia Nacional que a Chávez».
«Tenemos que querer para los venezolanos y para los cubanos lo mismo que queremos para nosotros, es decir, democracia, libertad y derechos humanos», concluyó el líder conservador.
