Mientras CiU sacaba pecho de manera merecida por su triunfo en las elecciones del domingo y confirmaba que los 62 escaños conquistados le permitirán gobernar sin necesidad de pactos estables con otras formaciones, el ahora presidente catalán en funciones y líder del PSC, José Montilla, trató de echarse a las espaldas el descalabro socialista.
Así, a la vez que el secretario de Organización del PSOE, Marcelino Iglesias, subrayaba que la cita autonómica «no puede ser considerada como unas primarias» de los procesos venideros, incluidos los comicios generales de 2012, y culpaba del estrepitoso fracaso a la crisis económica y «los problemas del Gobierno tripartito», Montilla anunciaba su la renuncia a su escaño en el Parlament y anticipó que también dejará la jefatura del PSC, de la que será relevado en otoño, de modo que también él será encargado de dar la cara durante el más que previsible fracaso de las municipales de mayo.
Durante todo este período de interinidad, necesario para encontrar a un sustituto capaz de reflotar a la sucursal socialista en Cataluña, Joaquim Nadal encabezará el Grupo Parlamentario en la Cámara regional.
Sin demasiado suspense, pues prácticamente todos los analistas daban a Montilla por amortizado desde hace muchas semanas, el cordobés compareció ante los medios de comunicación para explicar el peor resultado de la historia del PSC y, como si se tratara de una cualidad relevante, proclamó que no se aferra «al cargo ni a la silla» y detalló que, a propuesta suya, la Ejecutiva del partido aprobó por asentimiento que sea el citado Nadal, y no la número dos de la candidatura, Montserrat Tura, quien presida el grupo del PSC, mientras que Miquel Iceta continuará como portavoz en el Parlament.
Montilla justificó tal elección en base a «la experiencia», pero enseguida aclaró que, tras el congreso de otoño, habrá nuevo primer secretario y se renovará el resto del organigrama.
De momento, la próxima incógnita que deberá despejar el partido de Rodríguez Zapatero es si el alcalde de Barcelona, Jordi Hereu, tendrá el aval del partido tras los «preocupantes» datos electorales cosechados el domingo en la Ciudad Condal.
Aunque todavía no es posible anticipar cuáles serán las consecuencias últimas del varapalo cosechado en Cataluña, lo cierto es que desde Ferraz se puso en marcha de inmediato la maquinaria propagandística en un intento por minimizar el impacto de la bofetada del electorado y, por boca del número tres del partido, Marcelino Iglesias, se argumentó que «los catalanes «siempre» han tenido un «comportamiento electoral muy diferente» en cada cita con las urnas, de modo que, siempre a juicio del voluntarista análisis del compañero de Zapatero, «lo decidido el domingo podría no tener nada que ver con las generales de 2012».
Eso sí, poco importan las penurias económicas a la hora de pergeñar nuevas componendas políticas que permitan al PSOE aferrarse al poder puesto que, tal como explicó el ministro de la Presidencia, Ramón Jaúregui, «las elecciones catalanas abren un escenario a una CiU más predispuesta al entendimiento», una actitud que los socialistas quieren «aprovechar» porque ellos sí desean «un máximo apoyo político parlamentario a las reformas, que son costosas, que son difíciles y que requieren el máximo respaldo político en la Cámara».
