A las diez de la mañana del pasado miércoles Leo Messi aún tenía cierta esperanza de jugar ante el Bayern, pero a las diez de la noche ya toda Barcelona se preguntaba atónita qué había pasado, cómo era posible que el argentino siguiera desde el banco el hundimiento del equipo. Todo un ‘Misterio Messi’ en medio de la debacle ante el Bayern de Múnich.
«Con Messi es posible soñar», se escribió en los días previos, y, en el mismo sentido, Gerard Piqué mencionó al argentino entre los motivos para creer en la remontada ante los alemanes.
Pero la ‘Pulga’ no estaba bien, aunque el club jugara al despiste para no darle más información de la necesaria a un rival con ya demasiada ventaja de por sí. Lesionado en el bíceps femoral el 2 de abril durante el partido ante el Paris Saint Germain, el argentino fue un fantasma durante los 90 minutos que jugó -o más bien no jugó- en Múnich, pero ilusionó con un gran gol el sábado pasado en Bilbao. Con un Messi así se podía soñar con la final.
Pero, nada de eso, la noche fue de pesadilla. No solo por el 3-0 en el Camp Nou y el global de 7-0 con que el Bayern humilló al Barcelona, sino porque ver al equipo ‘culé’ hundiéndose y a su ‘estrella’ comiéndose las uñas en el banco no es normal.
Messi quiere jugar. Siempre. Uno de los méritos de Josep Guardiola en sus cuatro años al frente del equipo fue lograr que el argentino entendiera las ventajas de dosificarse. No se pueden disputar los 90 minutos de todos los partidos. Menos es, con frecuencia, más. Por eso estuvo cinco temporadas sin sufrir una lesión muscular, controlado los 365 días del año con minuciosidad de orfebre por el recuperador físico Juanjo Brau.
Un control obsesivo derivado de la personalidad de un Guardiola que ya no está en la entidad azulgrana, un club que extraña también la astucia en la comunicación que solía exhibir el futuro entrenador del Bayern de Múnich.
«No hay lesión, pero tenía la sensación de que encontrándose así no iba a ayudar a su equipo», explicó Tito Vilanova, que mencionó el tramo final del choque en Bilbao como el momento en el que Messi sintió algo «raro». Todo un hito en la carrera del argentino: no estaba lesionado, pero abrió la posibilidad de no jugar, y luego aceptó no hacerlo.
«El plan era tenerlo en el banco por si el Barça se ponía 3-0 y hacerlo entrar si el cuarto tanto se resistía», explicaron fuentes del club. Pese a la confusión, el Barcelona prefiere no explicar en detalle y públicamente qué le sucede a su goleador.
El argentino, que se entrenó ayer en la Ciudad Deportiva del club en un día de descanso para el equipo, podría jugar el domingo ante el Betis en Liga, un campeonato que Vilanova quiere asegurarse lo antes posible.
«Leo tiene tres días por delante para recuperarse, no está descartado en absoluto», se esperanzan en el Barcelona, aguardando la consecución de un título que sería un alivio en medio de un final de temporada que mostró a un equipo agotado, lleno de dudas y con el alma extraviada. Tanto, que sin estar lesionado, Messi no salió al rescate de sus compañeros, como siempre ha hecho.
