Las historias sobre niños robados estremecen el corazón por ser una escalofriante realidad ya cotidiana. A través de ella, Sánchez narra una historia de lucha, superación y amor que invita a no caer nunca en la desesperanza.
¿Por qué ha elegido el tema de los bebés robados para desarrollar su última novela?
Me gusta escribir de lo que tengo alrededor, pero me atrae lo que me resulta más irreal de la realidad. No es un tema que eligiera, sino que entró en mi vida, llegó a mi cuando empecé a escuchar noticias sobre estos casos hace un par de años. Parece increíble que esas cosas ocurrieran en un país como el nuestro y no solo durante la dictadura, sino en los 80 o 90.
También porque pensó que, de caer en otras manos, le podría haber sucedido esto.
Sí. Cuando yo di a luz a mi hija en el año 1982 estaba en Madrid con mi madre, aunque yo vivía en Denia (Alicante). Ahora he recordado cómo ella estaba como un guardia en la puerta de una garita diciéndole a todo el mundo que yo estaba casada y que mi marido iba a aparecer en cualquier momento. Entonces pensé que eran cosas de madres, pero su comportamiento me resultó extraño.
Eso significa que ya se sabía que sucedían estas cosas y que su madre temía que así fuera.
Ella me dijo aquello de ‘tú no sabes nada’. Lo normal sería haber estado a favor de los médicos, pero su posición era la contraria. Otras personas a las que les he contado esto me han confirmado que sí, que esto ocurría y que se rumoreaba, pero, claro, no se denunciaba.
¿Qué pasa ahora con aquellos médicos, monjas y matronas que delinquieron impunemente?
La Justicia tiene que actuar contra ellos. Los afectados han empezado a tomar medidas hace nada a través de asociaciones y los medios de comunicación también están haciendo una gran labor. Ahora es el turno de las instituciones que nos protegen. Seguro que hay muchos que esperan que se de carpetazo y que el tema siga escondido bajo la alfombra.
¿Existe crueldad mayor que quitarle a una madre su hijo?
La codicia no tiene miramientos con nada ni nadie y si se tiene que vestir de hábito o de bata de médico, pues se hace. La gente sin escrúpulos aprovechaba la credibilidad que les dada el uniforme para aprovecharse de los demás en el momento más vulnerable de unos padres.
El drama, desde luego, afecta a la persona que busca, pero también a la que, de repente, es encontrada y descubre que su vida se basa en una mentira.
Es el caso de Verónica y Laura en el libro. La primera sabe que hay algo que no es normal por el desarrollo anómalo de su familia y quiere vengar la infelicidad de su madre. ¡Cuántas hijas habrá buscando a sus hermanas para dar la razón a sus madres! ¿Qué pasó cuando Betty encontró a Laura? Pudo pensar en que no quería estropearle la vida o que no era su hija y que se confundía, o la generosidad fue tal que no quiso turbar su situación…
¿Es este libro una forma de dar visibilidad a todas las familias que viven este drama?
Desde luego que sí. La intención es remover sentimientos y conciencias.
Porque no solo sufren las madres, lo hace toda la familia.
Betty es una mujer que está distraída en su obsesión. A mi me pasó esto con mi madre que, por otras circunstancias de la vida, también estuvo ausente y esto los hijos lo perciben muchísimo. Yo me reconozco en Verónica, pero creo que nunca hubiera sido tan valiente como ella.
¿Por qué la figura de la mujer es una constante en su obra?
Porque en mi familia ha habido muchas mujeres y éstas sobresalían en general sobre los hombres. Las he conocido de todos los colores, con bastante carácter y mundos emocionales muy complicados. Yo creo que asistir a tanto melodrama me dio el material potencial para ser escritora.
Estas situaciones habrán sido una buena fuente para desarrollar los personajes.
Mis personajes salen de seres de carne y hueso, muy humanos.
