Con la economía de palabras propia del que no domina una lengua, uno de los vendedores ambulantes de origen africano que ofrecen su mercancía en la zona más comercial del recinto ferial resume en cuatro palabras el balance de los primeros días de actividad en las ferias: «mirar mucho, gastar poco». Y es que la crisis y la escasez de recursos que atenaza a las familias segovianas también hace mella en los feriantes, que este año también han tenido que afrontar las inusuales bajas temperaturas del inicio del verano como un problema añadido a su ya de por si difícil tarea.
Este año, el ferial ofrece una nueva configuración, que ha dejado libre el tramo en sentido descendente de la avenida Gerardo Diego hasta la Rotonda del Pastor para reubicar los puestos ambulantes que tradicionalmente se colocaban en esa zona en las calles de nueva creación del barrio de Ciudad y Tierra de Segovia más próximas a El Palo-Mirasierra.
Como todo cambio, esta decisión genera defensores y detractores incluso entre los propios comerciantes; y mientras unos apoyan la nueva ubicación «porque estamos más cómodos y menos pendientes de los coches», otros aseguran que «nos han matado, porque obligan a la gente a alejarse mucho de las atracciones».
Para atraer al público, los puestos ambulantes comenzaron la campaña de feria con una agresiva oferta de precios, que a medida que pasan los días, ha ido fluctuando al alza al igual que la prima de riesgo o el IBEX 35. De este modo, productos como zapatillas de marca, colonias y perfumes o camisetas y sudaderas -de cuestionable procedencia- son los más demandados, pero también son los más vigilados por las autoridades, lo que obliga a los vendedores a realizar «retiradas preventivas» durante la jornada para evitar desagradables desencuentros con las fuerzas del orden público.
En el corazón de la feria, las atracciones son las que un año más concitan el interés de niños y mayores. Con precios que oscilan entre los 2,5 y los tres euros, los segovianos pueden disfrutar de un catálogo de atracciones donde no faltan las ya tradicionales «barca vikinga», «ratón vacilón», o el incombustible «tren de la bruja», con el que chicos y grandes siguen porfiando por conseguir arrebatar su escoba a la malvada bruja.
Los feriantes han hecho un esfuerzo para mantener los precios con respecto al pasado año, pese a que los costes de explotación y mantenimiento de las atracciones «se nos han disparado, desde la luz hasta los impuestos, pasando por lo que nos cobra el Ayuntamiento«, asegura un feriante. «Este año los bolsillos de la gente están muy flojos, y la mayoría vienen a pasear y no a gastar -explica otro de los empresarios-, pero tenemos que aguantar y esperar que la cosa mejore de cara a San Pedro».
En la feria también hay espacio para el azar y la gastronomía, con las populares tómbolas y bingos y los distintos chiringuitos y churrerías que ofrecen la posibilidad de conseguir premios y pasar un buen rato. Estos establecimientos entienden que el ferial segoviano «sigue siendo la cenicienta de las fiestas, porque no se entiende que el Ayuntamiento no lo potencie más con algún tipo de espectáculo o verbena que atraiga al público».
Pese a las quejas, la crisis y el frío, pocos serán los segovianos que no visiten el ferial, y seguramente se dejarán seducir por alguna de sus tentadoras ofertas de toda índole si el bolsillo se lo permite. Y si no, «mirar es gratis… todavía», sentencia un feriante.
