Miles de rusos, muchos de ellos con claveles rojos, hicieron fila ayer para ofrecer sus respetos a Boris Nemtsov, el opositor ruso cuyo asesinato el viernes pasado en las proximidades del Kremlin puso de manifiesto los riesgos de hablar en contra del presidente ruso, Vladimir Putin.
Los asesores de Putin niegan cualquier implicación en el asesinato de Nemtsov, quien recibió cuatro disparos por la espalda el viernes por la noche en un puente próximo al Kremlin. Los amigos de Nemtsov aseguran que fue víctima de la atmósfera de odio generada contra cualquiera que se oponga al presidente.
“Los disparos fueron realizados no solo contra Nemtsov sino contra todos nosotros, contra la democracia en Rusia”, defendió Gennadi Gudkov, un destacado oponente al Kremlin, en un discurso junto al ataúd. “Nunca pensamos que esto podría ocurrir, pero ocurrió. Descansa en paz mi amigo, tu trabajo será continuado”, prometió.
Por su parte, el copresidente del partido de Nemtsov y exprimer ministro Mijail Kasianov defendió que el fallecido pasará a la historia como un reformista. “Un gobernador exitoso se convirtió en un cargo gubernamental exitoso, viceprimer ministro y reformista”, afirmó, según Itar-Tass.
Para el excopresidente del partido, Vladmir Rizhkov, se trata de una pérdida irreparable. “Fue un horrible asesinato político de alcance nacional, un tremendo dolor, conmoción y miedo”, señaló respecto al asesinato. “Era un líder absoluto, es imposible reemplazarle”, defendió.
En un gesto de conciliación, el viceprimer ministro, Arkadi Dvorkovich, se unió a los ciudadanos para acceder al salón en el que estaba expuesto el féretro de Nemtsov. Dvorkovich, del bando liberal cada vez más marginado en el Kremlin, llevó un ramo de flores.