No parece que vaya a ser muy risueño precisamente el marco en el que se van a desarrollar las elecciones generales el próximo domingo, impulsadas mayormente por la predisposición y empecinamiento del presidente en funciones Pedro Sánchez, sino más bien quizá, sin pecar de pesimistas, con más sombras de incertidumbre que luces en la respuesta de la ciudadanía. Incluso a pesar de los vaticinios –en clave de encuesta- del presidente del CIS el preclaro Tezanos, paniaguado del inquilino de la Moncloa, componiendo un utópico paraguas parlamentario escasamente compartido con otros expertos de la ciencia del sondeo, lo que ha llevado a esa institución politizada a su más bajo descrédito. El resultado de la nueva consulta –que está por ver- seguramente variará muy poco de la de Abril, que tantos quebraderos de cabeza suscitó. Con lo que volveremos a estar en las mismas –es un decir- tras medio año mareando la perdiz. Como diría un castizo: para semejante viaje no habrían hecho falta alforjas. ¡Qué cosas!
En el fondo, se concitan en estos comicios (en mi opinión) al menos tres acaecimientos de gran calado que han de influir –no cabe duda- en el maullido de las urnas: uno, la reciente sentencia del “proces” de condena rosácea a los vulneradores del sistema que ha dado lugar a los trágicos sucesos tumultuarios en Cataluña (con la violencia y odio que todos hemos visto) ante la pasividad y enervante complacencia tanto del Gobierno de la Generalitat como del desatendido Gobierno del Estado en funciones desde la Moncloa en cuya reacción airada también han influido los “oídos sordos” (como no podía ser de otra manera) del Tribunal Supremo respecto a los utópicos indultos que esperaban los secesionistas en un sesgo de independentismo imposible. Proceso, por cierto, del que aún quedan flecos de responsabilidad pendientes como el caso de Puigdemont y otros fugados (pendientes todavía de rendir cuentas con la Justicia) y las que se derivarán respecto a los detenidos en las trágicas revueltas callejeras. Lo que, evidentemente, ha producido reacciones encontradas que sin duda van a tener reflejo en las urnas el día 10.
Dos: el empecinamiento abiertamente declarado del Gobierno de Torrent y Torra desobedeciendo la advertencia del TC y asegurando prepotentemente la reiteración de la consulta del Parlamento a votar en el Pleno de los próximos 12 y 13 de noviembre acerca de la autodeterminación de Cataluña promovida por unos pocos; lo que también derivará en posiciones encontradas y la firme respuesta seguramente del Poder Judicial; teniendo en cuenta, por si eso fuera poco, los contumaces ataque desde Cataluña a Jueces y Fiscales, que según Torrent están dispuestos a asumir (otra cosa sería visto desde la celda). Y, tercero; la reciente inhumación de Franco del Valle de los Caídos. También muy controvertida a juzgar por cuanto se viene viendo y oyendo. No hay que dejar pasar por alto la sanción a la Delegación del Gobierno por haber prohibido la manifestación de la derecha en Mingorrubio aquel día.
Pero por si fuera poco, también estarán presentes las sombras de la Universidad catalana secuestrada por los secesionistas; la prevista desaceleración económica (que la última EPA alertaba ya el dato de ser la del peor trimestre para el empleo desde la crisis del 2012) o la crisis denunciada por los empresarios, alargada por el largo desgobierno; o la evidente espantada de empresas; o la caída de los flujos turísticos, que soportaban buena parte de la economía catalana.
Tanto unas cosas como otras van a hacer pendular el voto. Eso sin tener en cuenta la abstención que se intuye.
En consecuencia, como decía al principio, no parece muy luminoso el marco de decisión en el que optará el paciente electorado y menos claro aún el resultado de la consulta que, por lo que se intuye, no podrá diferir mucho de la anterior; volviendo nuevamente al ciclo de los pactos y del trapicheo del voto. Por eso digo que para semejante viaje…