Repuesta -más o menos-. La ciudadanía de la perplejidad en la que se ha desarrollado la fallida reinvestidura del presidente en funciones Pedro Sánchez y contemplados los restos del naufragio, cabe serenar el ánimo para apreciarlos con una cierta perspectiva de mayor alcance de la que pudieran dar las dos imposturas de empecinamiento que, además de originar la confusión política entre los grupos que debían optar desde sus diferentes posiciones a lo que parecía derivar en un gobierno de izquierdas en España, no lograron ponerse de acuerdo en los trazos siquiera básicos de servicio a España precisamente olvidándose de ese espíritu de servicio –como se exigía- arrollados por otros intereses más espúreos. Al menos eso es lo que se ha traducido viendo las posturas de Pedro Sánchez (que nunca va a tener más próxima la ocupación legitima de la Moncloa para al menos otros cuatro años) y de Pablo Iglesias que tampoco ha estado tan cerca de conseguir un posicionamiento político en el Gobierno, bien distante de aquella tienda de campaña y algarada en la Puerta del Sol y que, por cierto, alteró notablemente el discurrir diario de una sociedad y el afloramiento nunca pensado de movimientos revolucionarios hacia vias de gobernabilidad y presencia política legitimada que les dieron las urnas democráticas.
Vistas así las cosas, parece que pueden deducirse unos horizontes plurales: por un lado el descrédito de un Partido Socialista hundido por la derrota en la refriega (a cuyo lider Sánchez las bases y los electores le pasarán factura; y un partido más radical como el de Unidas Podemos de Pablo Iglesias, profundamente fraccionado y dividido entre la solución a que les llevó un líder que más que dialogante hacia el consenso ejemplar que se exigía, aparecía como absorbido por la codicia política que no le dejó ver el bosque de las oportunidades que tuvo al alcance de la mano. Y eso las bases y los electores que le votaron se lo reprocharán. Me parece que ni uno ni otro se encuentren ahora en las mejores condiciones para volver a repetir el frustrado intento. Más cuando desde la palabra de la vicepresidenta del Gobierno Carmen Calvo, se explicita rotundamente que el PSOE cerraba definitivamente la puerta a un Gobierno de coalición con Podemos por mucho que Iglesias siga implorando para ello. “Ahora toca –dijo- explorar otras vías”. Y no la faltaba razón.
Y es ahí en ese nuevo camino, desde donde se abre una cierta esperanza de estabilidad y de mesura donde se pueda fraguar un gobierno de centro-derecha y de moderación en este país que tanto lo necesita. Que es, quizá, por donde hubiera debido empezar Pedro Sánchez para ser reinvestido, lejos de malas compañías de consecuencias fuleras como se ha visto.
Curiosamente, a poco que se haya seguido, las posiciones de los principales políticos en esa refriega que acabamos de contemplar atónitos, cómo el líder del Partido Popular Pablo Casado, ha venido moderando sus intervenciones (quizá sustentadas en una nueva estrategia) dando una imagen más de Estado que de confrontación personal como adoptó al principio. Quizá desde esa nueva perspectiva pueda deducirse en su nueva estrategia la posibilidad intencionada de abrirse camino para aportar ante el Rey (dentro del calendario que tiene por delante hasta Septiembre, su disposición a constituirse candidato a la investidura como presidente del Gobierno. Si la ciudadanía pudiera contemplar al unísono dos pantallas virtuales: una, con la intentona de Gobierno de izquierdas Pedro Sánchez-Pablo Iglesias; y la otra de centro-derecha con Pablo Casado-Albert Rivera, posiblemente habría pocas dudas de cara al futuro. Por eso, me parece que el líder del PP, Pablo Casado es muy posible que pudiera estar preparando su desembarco en el puerto firme de la confianza del Rey hacia la Moncloa. No parece descabellada la idea de un acercamiento civilizado y cauteloso entre PP-Ciudadanos para llegar –ahora sí- a un Gobierno de coalición más sensato. Lo cual, por cierto, aportaría certidumbre y no poca tranquilidad a la ciudadanía; un cierto respiro a los empresarios; una revitalización de la economía y las inversiones (muy lejos de la incertidumbre suscitada aquí desde hace tiempo; un buen grado de sensatez entre los Sindicatos y, desde luego, un tiempo de estabilidad desde hace tiempo deseada y opacada. Este quizá pudiera ser el camino al que la vicesecretaria del defenestrado Gobierno se refería en su día.
Claro, todo esto no son más que conjeturas periodísticas en un ferviente deseo de que este país –al que aún le quedan muchas cosas por padecer- (el reciclado del paro, la reactivación económica, el ajuste de los salarios, el estado de la secesión catalana, la reacción ante la Sentencia de los procesados catalanes, las tonterías del Puigdemont y Torrá,etc.) pero que no viene a resultar ilógico pensar que quizá ese camino pueda despejarse de abrojos y de una vez pueda recorrerse la senda entre la esperanza y la ilusión de progreso deseadas. No lo olviden. Quizá pudiera serla solución.
Pedro Sánchez tuvo su tiempo. Este y ahora puede ser el de Pablo Casado. Es que no se ve otra solución además.