Verdaderamente quizá hubiera sido mejor dejarlas crecer y que los vecinos del barrio de Las Brujas hubieran podido disfrutar de una buena tomatada cosechada en las tomateras que afloraron en el socavón que hace mas de un año se produjo en los pares del paseo de Ezequiel González y que durante ese tiempo ha venido siendo el hazmereir del Ayuntamiento. Mas al final y después de ese periodo, acercándonos al tiempo de elecciones ,se decidía reparar el siniestro, con la intención de localizar las fugas de la red que —por cierto— habían venido ocasionando preocupación entre los vecinos, perjuicios por las molestas inundaciones de los sótanos de algunos edificios de los impares del citado Paseo. Y, al tiempo, si fuera necesario —como así ha sido— reponer las viejas tuberías de la evacuación de aguas residuales por otras nuevas y más consistentes. Con eso se ponía fin al incordio que durante un año supuso la señalización preventiva en aquella zona sin pensar todavía en la que de forma más escandalosa y peligrosa iba tener lugar durante varios meses que han hurtado a automovilistas y peatones uno de los dos carriles de ascenso y del paso habitual entre uno y otro lado. Pero, más aún. Si no tengo mal entendido la obra en cuestión contemplaba su trazado hasta la Estación de Autobuses. Pero hete aquí que la obra que ha ejecutado Viales-Padasilma se ha quedado en la mitad, aunque sigue acotado el espacio susodicho mediante elementos disuasorios que continúan entorpeciendo la circulación de automovilistas y peatones sin que se haya conocido hasta ahora el motivo de esa retirada de maquinaria y trabajadores de una obra inconclusa. La situación, que se alarga en el tiempo, no puede ser más nefasta por el calvario que suponen los inconvenientes de circulación por ese tramo en una de las vías, precisamente, que soporta mayor densidad de tráfico de la ciudad.
Sin tener en cuenta el despropósito y la inoperancia demostradas que han despertado las protestas de la ciudadanía, se evidencia también los inconvenientes que supone la situación para los industriales de la zona que tienen en ese maremagnun sus negocios y que vienen viendo mermadas sus posibilidades de actividad a lo largo de tantísimos meses de las obras que están a punto de convertirse en la hermana menor de la SG-20 (la circunvalación, para entendernos).
Aparte la resignación airada con que se asume esta obra hay que reconocer que emplear más de un año en reparar lo que en principio fue un socavón menor (que propició la aparición de las tomateras) debe ser tiempo más que suficiente para que el Ayuntamiento que ha liderado hasta ahora Clara Luquero (y lo que te rondaré morena) hubiese acabado con semejante actitud que, de haberse dejado madurar los tomates, debieran haberle puesto la cara colorada. Si se piensa que todavía queda, al parecer, la mitad de la obra de excavación y la totalidad del asfaltado, uno se echa a temblar de indignación. Y no sabe si es por falta de presupuesto o por la coincidencia de competencias respecto a la via Ezequiel Gonzàlez entre la Junta de Castilla y León (que según parece es la que debe asfaltar la obra) y el Ayuntamiento sobre quien recae la excavación y la sustitución de elementos. Pero mientras tanto, ahí están, para sonrojo de la ciudad y de la enorme afluencia de turistas que transitan diariamente desde o hacia el estacionamiento tolerado del Velodromo ,el vergonzoso y peligroso espectáculo de una obra inacabada, inconclusa, de la que nadie responde y que contiene un riesgo enorme, unas dificultades angustiosas para la circulación y un calvario para quienes tenemos que hacer verdaderas piruetas para poder transitar no ya normalmente, sino sin riesgo por aquellos andurriales. Llama la atención, en cambio, la celeridad que imprimió la alcaldesa (al rebufo de la cita electoral) para la ejecución del plan de asfaltado de algunas calles sin los inconvenientes ni necesidad que lo de Ezequiel González. Desde luego la alcaldesa Luquero tiene que reconocer que este pernicioso ejemplo de movilidad no es la mejor garantía de una ciudad “Patrimonio de la Humanidad”. Tal vez ahora, cuando se serene el tsunami que ha supuesto tanta cita electoral (aunque lo peor quizá venga a partir de ahora) sea cuestión a meditar y decidan ejecutar —de una vez por todas— una obra inconclusa en la que el signo más evidente de vida fueron las tomateras que crecieron en un socavón que se ha convertido luego —como es evidente— en una obra faraónica (no en su grandeza,sino en el tiempo) de la que no se acierta a ver su final. Ande lista señora Luquero y elimine cuanto antes ese engendro.
Aunque creo que va para largo, amigo Sancho.