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Miguel Velasco – La responsabilidad histórica y social de los medios de comunicación

por Redacción
23 de diciembre de 2019
en Opinion, Tribuna
MIGUEL VELASCO
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Mi conciencia de lo que debe ser la responsabilidad histórica y social de los medios de comunicación en el libre ejercicio de la profesión periodística no viene de ahora. Se remonta ya a mis años de mozalbete meritorio en los medios de comunicación. Primero fue, eso sí, en El Adelantado de Segovia –viviendo y dirigiéndolo D. Luis Cano, a quien tanto respeté- y luego en otros de mayor difusión como Europa Press o ABC, entre otros, donde tanto aprendí. Aquel sentido de responsabilidad histórica y social que suponía bregar en el medio informativo –en cuanto puente entre la Sociedad y el Poder- lo tenía bien claro. El paso del tiempo sin embargo y la irrupción de cierta clase política en el juego apasionante de la democracia (en el que también algunos medios escoraron hacia la complacencia más que a la crítica como valor social) ha generado una creciente devaluación de la tarea informativa por parte de quien ostenta el apoderamiento. Hasta el punto de que se ningunea, sin el menor escrúpulo, esa apasionante misión de la información sustentada en la ética profesional, en la verdad, en el rigor y en riesgo de expresarla. De ahí que los medios se duelan –aunque tarde- de ese ninguneo frente a comparecencias en las que hurta información y se cercena la labor de los informadores negándoles sus preguntas; siendo el más reciente la postura del propio candidato a la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez que con su opacidad y falta de transparencia ha dado lugar al plante-denuncia de las Asociaciones de la Prensa hacia semejante actitud. ¡Ya era hora!.

En ese sentido del rigor y de la responsabilidad de los medios de comunicación, no me resigno (en base a la rabiosa actualidad del momento) a no reactualizar aquel artículo que ya escribí en 1.998 y que publiqué en su dia (además de en la prensa diaria) en mi libro “Escribir en Segovia” en el año 2.003 y que era el siguiente:

“Una de las muchas grandezas (además de las sustanciales libertades) que tienen las democracias, son sin lugar a dudas el control de la gestión de la gobernabilidad de las instituciones político-administrativas a través de los distintos cauces reconocidos en la Carta Magna. Son pieza fundamental en ese frente crítico de alerta los Parlamentos, los Tribunales, la autoridad política y la oposición,etc. y los medios de comunicación. Estos últimos si bien más como testimonio de denuncia que como titulares del más mínimo poder de control indebidamente entendido. Control de la gestión. No de reposición. Ni la función de aquellos ni el alcance de su capacidad de influencia merecen ser objeto de cualquier tipo de reflexión precisamente por ser bien notoria su misión y su dimensión social. Por eso debe exigirse de los políticos la mayor transparencia, a la que están obligados.

Pero lo que sí que merece un juicio detenido es la extraordinaria función de los medios de comunicación y su gran responsabilidad social e histórica (aunque los políticos frecuentemente lo olviden). Tanto más si se tiene en cuenta que los medios constituyen, en esencia, el cauce más próximo al ciudadano y, por consiguiente, casi el principal vehículo por el que la sociedad canaliza la mayoría de las veces sus conocimientos, sus inquietudes, sus necesidades y su capacidad de crítica al Poder establecido y a las decisiones que considera injustas. En puridad deberían ser, no obstante, la representación política derivada de las urnas la que ostentase fundamentalmente esa representatividad popular. Y a veces se envilece. Pero queda diluída, se hace imprecisa en el marco de la disciplina de partido, de la comodidad y en la congratulación con los órganos superiores frente a los que, lejos de trasladarles determinadas inquietudes o aspiraciones, lo que se pretende en cambio es mantener el mejor tipo de relaciones aunque con ello se olvide a veces la esencia del servicio a la ciudadanía que lleva implícito el cargo.

En definitiva todo ello deriva en que ese puente entre Sociedad y Poder aparece como delegado en los medios de comunicación libres, como depositarios del clamor de sus inquietudes o necesidades. Tambien en su correcta información. A veces sin embargo esa confianza puede verse alterada, sobornada, secuestrada o defraudada. No cuando los medios de comunicación son fieles a su razón de ser, a su misión, que es el servicio a la sociedad, al principio de lograr una sociedad más justa, más preparada, más solidaria y más libre. A frenar el abuso del Poder o a la malversación de su gestión. Cuando el medio de comunicación, o para ser más preciso, la trayectoria de los periodistas se mercantiliza o se usa como vehículo para conseguir otras prebendas,otros intereses que el bien público, haciendo componendas,cohabitando con el Poder o tratando de derribarlo subrepticiamente, secuestrando el interés púbico, se desvirtúa lo esencial de su presencia en la sociedad. Se desprestigia y se villaniza su función. Y aquella concupiscencia del medio con el Poder (o por el contrario, la articulación desde él de forma y procedimientos dudosamente democráticos para enfrentarlo con la sociedad o con la Justicia) abarca un gran abanico de formas, de usos o de abusos. Desde seleccionar u equipo de pensamiento escasamente preparado o independiente, disciplinado, dócil, obediente a las consignas; que no cree problemas ni en la concepción de su función ni en cuanto a sometimiento de la cúpula de ese instrumento al Poder, de cuyas relaciones de compincheo o de tolerancia se espere la obtención de beneficios. Frente a eso, también es un sesgo de villanía cuando es usado el medio no como instrumento de información y de crítica, sino como vehículo de veleidades políticas desestabilizadoras que se alejan notoriamente de su misión social. ¿Qué consecuencias trae todo esto?
Pues sencillamente una situación prostituída en varios frentes: desprofesionalización del sector de la información; débil –por no decir nula- reacción de la respuesta frente a situaciones de prepotencia, prevaricación, corrupción o mal uso del poder; pérdida de credibilidad en el político y en el medio; y, lo que es peor, la asunción consciente de situaciones, a veces irreversibles, que hubieran podido evitarse con una respuesta ética, contundente y firme basada, claro está, en la grandeza de la libertad. No en el abuso del poder político ni en periodístico influyente.

Cuando los medios de comunicación –por otra parte- se convierten en instrumentos dolosos al servicio de intereses bastardos o, por el contrario, en instrumentos dóciles del Poder, la sociedad se resiente con repercusión en el marco en que se desenvuelve. Tan malo es lo uno como lo otro. Cuando el medio no reacciona –o no se le deja- frente al abuso o el error, el Poder se relaja, se ensoberbiza y se corrompe. Lo mismo ocurre cuando desde el medio se prostituye la información con conspiraciones tendentes a alterar el resultado de las urnas. Se resiente el sistema. Y la sociedad, en ambos casos, paga las consecuencias.

Por eso se debería entender que los medios de comunicación tengan una gran responsabilidad social e histórica. Todos. Y al decir los medios debemos entender quienes los hacen: los periodistas con conciencia de su misión. En buena parte, los pueblos, la sociedad, no serán lo que el Poder haya intentado hacer con ellos, sino lo que la respuesta, la reacción de los medios de comunicación les haya dejado. Unos medios excesivamente mercantilizados,excesivamente dóciles y tolerantes con el Poder, no constituyen el mejor adalid de defensa de los intereses y el bienestar de la ciudadanía. Como tampoco lo serán los que apliquen en su misión vías de deshonestidad y de apropiación morbosa de su soberanía. Todo lo contrario.

Por eso habrá que reflexionar sobre el papel que juega cada uno –politicos y periodistas- y ser conscientes de la cuota de responsabilidad que se tendrá que afrontar frente a las futuras generaciones. Otra cualidad es, naturalmente, la capacidad de persuasión, de honestidad, de razonamiento y de influencia que los medios de comunicación puedan tener frente al Poder y frente a la sociedad. Pero nunca deberá quedar empañada esa responsabilidad ni por venganzas personales de la política ni tampoco,por una excesiva sumisión del medio –como eje de la ansiedad social- al Poder como recurso de obtención de prebendas perversas. Ni como venganzas. En esos casos lo mejor sería cerrar y dedicarse a otra cosa. ¡Feliz Navidad!

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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