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Miguel Velasco – Devaluación del Gobierno – Medios de Comunicación

por Redacción
15 de junio de 2020
en Opinion, Tribuna
MIGUEL VELASCO
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Puedes besar a la novia

Sin pagar, ni pedir perdón

La burbuja de Pedro Sánchez

A la vista de la deriva de algunos medios tradicionales —Prensa, Radio, TV— (más los que han aflorado con la digitalización y el fertilizante de una supuesta libertad de prensa y opinión, que en muchos casos poco o nada tienen que ver con el Código Deontológico de la Profesión Periodística) y en la contemplación nada edificantes de las convulsas relaciones entre el Gobierno y los medios de comunicación independientes, me pide el cuerpo reiterar lo que en esencia escribía en el 2018 sobre la responsabilidad social e histórica de los medios de comunicación que, si entonces se sustentaba en un tiempo concreto, ahora la situación se enmarca en un estado de preocupante deterioro , por lo que hace que recobre cierta oportunidad dada una actualidad bien latente.

Si los medios de comunicación se convirtieran en instrumentos dolosos al servicio de intereses bastardos, o por el contrario, en instrumentos dóciles y disciplinados derivados del Poder, la sociedad se resentiría con repercusión en el marco en que se desenvuelve. Tan pernicioso es lo uno como lo otro. Cuando los medios son maleables y lisonjeros con el Poder, éste se crece y asume cada vez menos la crítica a su gestión. Lo que, por otra parte, no sería más que el reflejo perverso de la custodia conculcada de los derechos democráticos contenidos en la Constitución.

Cuando el medio no reacciona ante el abuso o el error, el Poder se relaja y se corrompe incluso. Lo mismo ocurre cuando desde el medio se prostituye o se silencia la información (más bien la opinión) con conspiraciones tendentes a alterar o reorientar el resultado de las urnas o de la gestión política. Se resiente el sistema. Y la sociedad, en ambos casos paga las consecuencias.

En los últimos tiempos el Poder a través de los diferentes instrumentos de que dispone en la Administración podría haber descubierto un extraordinario procedimiento para amordazar y o subordinar la misión de los medios. De algunos medios. Me refiero a la publicidad institucional o espacios de complacencia que parecería, cuando menos,innecesario que la propia organización política o administrativa gastase un solo euro en publicitar su autobombo en lo que no son sino obligadas actuaciones inversoras en realizaciones encaminadas al bienestar colectivo y mejora de su calidad de vida. Como se sabe, a eso dedica el Poder miles de millones de euros con los que sobreviven algunos medios sin que, en consecuencia se atrevan a“morder” la mano que les da de comer, pesando quizá la coacción sibilina de la retirada de la publicidad institucional cautivadora.

Por eso se debería entender bien lo de que los medios de comunicación tengan una gran responsabilidad social e histórica. No olvidemos que en buena parte los pueblos, la sociedad ,no deberían ser lo que el Poder haya intentado hacer con ellos sino que la respuesta, sino la reacción que los medios de comunicación les hayan dejado. Por eso habrá que reflexionar profundamente sobre el papel que debe jugar cada parte y ser conscientes —por encima de cualquier manejo— de la cuota de responsabilidad que se tendrá que asumir frente a las futuras generaciones.

Lo que pasa es que aplicado perversamente el espíritu de la libertad de prensa — de opinión y de información— y abusando de lo que supone de trampolín el ejercicio de la opinión han crecido entre los trigos de la democracia una cierta cizaña que viene devaluando la cosecha asfixiando el crecimiento y maduración de las espigas de la libertad desde el punto de vista deontológico.

Me refiero a una sorprendente diversidad inusitada de medios de comunicación —o lo que sea— dentro del campo de las redes digitales sociales con mensajes a veces realmente preocupantes, de tal modo que bajo el paraguas de esa manida libertad y pluralidad del ejercicio periodístico viven empresas —algunas de revolucionario y muchas de inspiración sectaria— alejadas muy mucho del espíritu leal del mensaje de la información de Mc Lujan. Eso, claro, da pie a que muchos de esos instrumentos que quieren ser de opinión y comunicación se viertan sin el menor pudor, ni el más mínimo escrúpulo, cuando no sin el rigor que exige la veracidad, informaciones sesgadas que empañan y a veces destruyen y aniquilan conductas de ejemplaridad demostrada y desde entonces difícilmente restañables ni con el paso del tiempo ni con cualquier sensata sentencia de los Tribunales .Viene a ser el uso de la mentira o de la frivolidad para el ataque despiadado y envilecido hacia el adversario mediantes orientaciones de franca inmoralidad. Alguien tendrá que poner orden (no mordaza) a este caos pseudoperiodístico y atajar la inmoralidad de ese sector con la contundencia de la Ley y Normas de la Ética Profesional. Y no debería ser desde el marco político precisamente sino desde la estructura de las Organizaciones Profesionales, que cuentan con instrumentos suficientes para acabar con el caos y la situación tan convulsa y desordenada en que supervive ese otro periodismo amenazado por la prepotencia y señuelos del Poder.

No le faltaba un cierto fundamento al argumento de la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, cuando abogaba, en su día, por la conveniencia de limitar la libertad de expresión: “El valor de la libertad de expresión –decía— no lo resiste todo”. Y añadía que “hay un divorcio entre la profesión periodística y la ciudadanía que se traduce en una crisis de confianza hacia los medios, reflexión que debería conducir a regular el ejercicio de la profesión, lejos de la calumnia, la mentira y la insinuación torticera de cualquier noticia en cuales quiera mentalidad desaprensiva y escasamente escrupulosa (como se viene viendo constantemente en las redes digitales) frente a lo que exige la responsabilidad histórica y social de los medios de comunicación rigurosos. Sólo así volverán a granar debidamente las espigas de la libertad y de la conciencia en una profesión tan arriesgada y apasionante. Ya se sabe que “la razón de ser del periodismo es una prensa independiente que conserve su capacidad crítica”.

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