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Miguel Velasco – Ayudas a la precariedad de subsistencia de muchas familias (Ficción)

por Redacción
4 de mayo de 2020
en Opinion, Tribuna
MIGUEL VELASCO
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Como si fuera poca la amargura y el dolor que venían padeciendo muchas familias en este país (muchas de ellas con niños) por la carencia de recursos para una supervivencia medianamente digna, nos ha llegado de importación indeseada (aunque tampoco nos tenía que haber pillado tan distraídos como se está demostrando) una mortal pandemia que no sólo se ha llevado por delante a miles de ciudadanos y ha contaminado a millones de compatriotas sino que ha reventado las costuras de un relativo estado de bienestar, ha revelado la precariedad de la sanidad pública, ha aniquilado el tejido económico y el de la producción y ha enviado al desempleo (en el mejor de los casos) a miles y miles de trabajadores, dejando intuir con ello un retorno a la pobreza social y a la hambruna del final de la guerra civil. De esa cruda realidad se deducen episodios de verdadera angustia entre numerosas familia que por la situación socio-laboral de cierre de empresas, han desembocado en verdaderas crisis de supervivencia por falta de recursos ni siquiera suficientes para el pan nuestro de cada día. No digo que se palie con ello la situación dolorosa que conlleva esa precariedad, pero viene a ser un recurso humanitario y solidariamente ejemplar el que Cáritas, Cruz Roja, Banco de Alimentos y otras instituciones —así como voluntarios anónimos— ayuden a esas familias vulnerables con el acercamiento de alimentos necesariamente básicos. Es una colaboración transitoria pero que dado la que está cayendo (y la que se nos viene encima) y pensando en esos más de SIETE MILLONES de parados (incluidos los de los ERTEs que lo acrecentarán) podría convertirse en una pandemia de otro tipo , con una duración y crueldad que nadie se atreve a vaticinar.

En este sentido y desde la impotencia de un confinamiento indeseado y prolongado en el tiempo no se acerca a ver la verdadera dimensión social de esa situación angustiosa. Ya sé de antemano que lo que “La calle” va a decir hoy es de imposible cumplimiento. De antemano sé también que ha de considerarse una utopía, una ficción como usamos en el lenguaje cinematográfico para expresar el género del film, como podría ser esta película en blanco y negro (más en negro que lo primero) sustentado su guión en una realidad de vulnerabilidad y de angustia vital. A pesar de todo no me resigno a pasarlo por alto ni dejar tampoco desechada la idea. La peregrina y utópica idea de cómo podría ayudarse a esas familias en crisis, con la solidaridad y el desprendimiento de esos 21 millones de españoles,entre políticos, funcionarios, pensionistas, etc. que cobran del Estado (que tampoco, digo yo. aparecería gravoso para nadie), si aportáramos un poco cada uno. Esto es.

— Políticos (nacionales, autonómicos, provinciales y locales: 450.000 (con una aportación de 500 euros cada uno (por una sola vez)—225.000.000 euros.
— Empleados públicos: 2.595.575 (aportación 300 euros) — 77.867.250 euros.
— Pensionistas: 8.849.000 x 10 euros de aportación — 88.490.000 euros.
— Empresarios: 3.580.773 x 20 euros de aportación — 71.615.460 euros.
TOTAL: 462.972.710 euros.

Todo ello son cifras aproximadas sin otra intencionalidad que aproximarnos a lo que sería un gesto de solidaridad con aquellas familias en las que “La calle” hoy pone el foco porque aunque no profundicemos en el problema y nos evadamos de él con el argumento —ya lo sé— de que sería imposible su realización por lo complicado que, en el mejor de los casos, sería pasar de la realidad virtual a la real para que hipotéticamente se pudiera llegar a semejante aportación para paliar a tiempo la desesperación que invade hoy —y mañana— a esas familias sin recursos y sin medios de ningún tipo para poder salir adelante. Lo de hoy es una elucubración de “La calle” sin más recorrido que la utopía. Ya lo sé. Lo otro, sin embargo, es una situación cruel y real.

Tampoco de lo que se avecina podemos esperar gran cosa. La situación poco menos que de quiebra al que está abocado el Estado, con una macroeconomía reducida a cascotes, un tejido industrial resentido, un panorama empresarial incierto, aunque negro, un sistema de pensiones amenazado, un tejido social por los suelos, etc. no se vaticina ningún tipo de recuperación ni a medio plazo siquiera. Es otro tipo de pandemia que matará de otra manera distinta al coronavirus pero letal al fin y al cabo. Dios no libre.

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