El viejo frontón de Vallelado bulle a media tarde: son buena parte de los niños de la localidad, que acuden a su clase de pelota. Cruzando otra puerta, en el pabellón nuevo, otros jóvenes también están disfrutando de un entrenamiento. Y entre medias de ambos pabellones se encuentra Miguel Lagunar, como si fuera uno de los pilares de ese histórico lugar. Vecino de la localidad, carnicero en la capital vallisoletana, dedica sus días al deporte de la pelota. Afirma que junto a su mujer y sus hijos, “es su vida”, por todo lo que le ha dado desde niño hasta ahora, pasando por esas décadas en división de honor. Su misión ahora es transmitir esa pasión a los pequeños del pueblo y, a juzgar por la ilusión de sus ojos y sus palabras, y por la cantidad de niños en el frontón, lo está consiguiendo.
— Miguel, ¿cuándo comienza tu relación con el deporte de pelota?
—Pues desde que se hizo el frontón, en el 69 o por ahí, desde que echaron un poco de cemento, aquí estaba yo. Empecé como jugador. Nos divertíamos aquí,y sobre los 10 o 12 años empezó a venir la herramienta, la pala, empezamos a jugar con ella y nos vinculamos al club Vallelado. Aunque llevamos 40 años oficialmente como club, empezamos mucho antes. Por entonces había más de doscientas fichas, que en un pueblo como este significaba que prácticamente todo el mundo jugaba al frontón. Fíjate que desde 1900 había tres frontones en el pueblo. Eran privados, luego se jugó en la iglesia y luego se hizo el descubierto, pero afición siempre ha habido y yo siempre he jugado.
— ¿Cómo evoluciona la afición después?
—A partir del 70, Luis Baeza, promotor de toda la pelota de pala, bajaba a jugar a Íscar, a Puente Blanca, una zona privada. Él nos la inculcó y sobre el 75 empezamos los chavales a jugar a pala. El primer campeonato que jugamos fue en el 76; en el siguiente, quedé primero.
— ¿Y cuándo te vuelcas en el entrenamiento a los más pequeños?
—Pues yo quedé Campeón de España Juvenil, y el presidente de la Federación de Segovia de entonces me animó, así que desde muy joven, en los años 80. Desde entonces estoy con ellos.
— ¿Cuántos tenéis en la escuela del Club de Pelota de Vallelado?
—Ahora mismo tenemos desde los 4 años a los 19, unos 35 chavales, que es mucho para cómo está la demografía en un pueblo como este. Son muchos de los niños del pueblo y esto es a base de estar con ellos; cualquier deporte, actividad, si no hay alguien que esté con ellos todo el rato… se te van. Da igual pelota, que fútbol, que teatro. Si no hay alguien que esté ahí con ellos… no funciona. Y hay que darles alicientes; ahora hacemos salidas fuera, porque los chicos necesitan un poco de competición, ver cómo se sienten ellos, medirse en competición. Han estado en Francia, Bilbao, San Sebastián… ¡En Francia les han bajado los humos! (ríe). Pero se lo pasan muy bien y les viene bien para llegar a más.
En este “boom” también tiene mucho que ver Jorge Aranda. Él es padre de familia, conoce a los padres y se mueve mucho; ha influido en que tengamos tantos niños. Vienen además de otras localidades como de Íscar, Cuéllar o Valladolid también, porque los padres son de aquí.
— Supongo que los entrenamientos los planteas más bien a modo de juego.
—Es un juego, aunque vamos orientándolos a que vayan cogiendo las formas y maneras, que este deporte es difícil y de técnica, pero sin sobrepasarnos. Queremos que jueguen. Aquí lo que intentamos es inculcar valores humanos más allá de la competición, porque eso repercute en la manera de ser. Ya sabes que en Segovia, en un frontón en La Lastrilla, reza: “el deporte de la pelota es de caballeros y amigos”, y eso es lo que estoy yo inculcando a todos los chicos que entran por este frontón.
— Tener a un campeón del mundo como Carlos Baeza entre los vecinos habrá aumentado la afición.
—Claro. En cuanto viene siempre están con él y además nos ayuda mucho, él y cualquiera del club. Les gusta que jueguen los mayores con ellos, los que juegan en división de honor.
— Con tanta cantera, ¿tendremos pronto otro campeón del mundo?
—Sería un orgullo, pero siempre hay posibilidades. Siempre que se juega con ilusión y ganas, las hay. Es muy difícil, pero oye, tuvimos anteriormente a Daniel Arranz “Cholo” que fue subcampeón de sub-23, y sigue jugando. Para los pocos que somos, de un pueblecito de Segovia, tener un campeón del mundo y estar en la selección… es mucho. Estamos animando a clubes de frontenis para que se animen más, poco a poco.
— Aun así, hay legado.
—Aquí sí. El problema es que no hay en más pueblos, y estamos animando en Castilla y León a ver si salen. Ahora vamos a ir a Valencia de Don Juan, en León, porque un chico que jugaba con nosotros ha hecho una escuela, así que vamos a hacer un intercambio. Animamos a que hagan más escuelas.
— ¿Qué tiene la pelota como deporte?
—Es muy difícil, es extraño, es antiguo: juegas con una herramienta de madera y las pelotas son más duras que las piedras y alcanzan los 250 km/h. en 36 metros. Y al ser difícil, es muy bonito.
— ¿Qué ha supuesto este deporte para el pueblo de Vallelado?
—Nos conoce mucha gente en España, aparte de por os ajos, que era anterior. Hemos puesto al pueblo en el mapa y además aquí acogemos a quien quiera.
— Y para ti, ¿qué supone venir a entrenar a los chicos?
—Para mí es todo, es mi vida. Yo la pelota he nacido con ella y es lo que he vivido… ¡mi vida es la pelota! Con mis hijos y mi familia, pero ellos también juegan, excepto uno que no le gusta, ¡habrá salido a su madre! (ríe). Yo los lunes juego en Valladolid con gente de mi edad, los martes entreno a tres chavales de aquí de la escuela pero allí, para no desplazarnos; los jueves vengo aquí, y los sábados y domingos también.
— ¿Cómo planteas el futuro?
—Yo mientras que pueda voy a estar aquí, que esto es mi vida. ¡Mi mujer ya lo sabe! (ríe). Cuando digo en casa “me voy a la pelota”, es sagrado, nadie dice nada. Ya saben donde estoy y donde voy a estar hasta que pueda.
