Según los numerosos sociólogos y encuestadores, los debates televisados como el del lunes y martes pasados, apenas influyen en el voto, más allá de un 2 por ciento. Pero quizá hayan servido para salir de la duda a unos cuántos miles de votantes indecisos. Es posible que ahora sepan a quién no votar. No sería poco si han conseguido aliviar su incertidumbre. Parece recomendable votar el próximo domingo con ánimo relajado; para decidir con la cabeza. Es aconsejable sopesar cuál es la opción más conveniente, que no es siempre la que más gusta. O sea votar para que no pase. Para que no vuelva a pasar y que no gobiernen los independentistas catalanes y vascos, ni la ultraizquierda bolivariana que acecha contra la unidad de España, ni los proetarras. Todas esas amenazas sucederán si Sánchez vuelve a ocupar el Palacio de la Moncloa.
Si después de 9 meses de gobierno socialista había alguna duda, se han disipado totalmente viendo la actuación de Sánchez en los debates televisivos. No respondió, al ser preguntado una y otra vez por Rivera y Casado, si estaría dispuesto a indultar a los golpistas que están siendo juzgados por el Tribunal Supremo. No lo aclaró, porque perdería el apoyo de los secesionistas y quiere dejar una puerta abierta para seguir pactando con los que hacen todo lo posible para dinamitar el estado de derecho y la Constitución del 78. Anunció las consabidas promesas que no cumple. Y leyó los supuestos resultados conseguidos por su Gobierno repleto de ministros y ministras poco fiables. El rostro crispado de Sánchez trasmitió la imagen de la falsedad y de la incompetencia.
Una tesis doctoral fraudulenta resume la categoría moral de su autor, y si además es presidente de gobierno queda descalificado ante cualquier sociedad democrática. El doctorado es el grado académico de mayor nivel en la universidad y hay que dedicar muchas horas de trabajo para conseguirlo con rigor y honradez intelectual. Debe ser una aportación personal e inédita y lo de Sánchez es todo lo contrario. Para presidir un Gobierno no hace falta ser doctor de universidad, pero no debe serlo alguien que no inspira confianza. Nadie deja su trabajo, su porvenir y el de su familia en manos de un irresponsable “cum fraude”, que además sube los impuestos.
A pocos días de la decisión final, con una oferta tan amplia de partidos en liza, se comprende que aún haya mucho voto indeciso. Si se piensa en el voto constitucional, la oferta se reduce a tres: PP, Cs, y Vox. Quizá los debates hayan servido para inclinarse a favor de Rivera o de Casado. Según los analistas independientes, Rivera estuvo mejor en el primer debate: más agresivo y seguro de sí. En el segundo round, estuvo más nervioso y agitado. Se sabía ganador del primer debate y su conocida ambición le impulsó a atacar a Casado, certificando así su volatilidad política. Ahora mismo, no es descartable su pacto con Sánchez. Lo confirman las últimas capturas de tránsfugas de otros partidos.
En el primer debate, Casado estuvo algo distante; en el segundo, certero e incisivo frente a las acometidas de Sánchez y sus trucos de mal perdedor. El líder del PP, que demostró su excelente preparación moral y política, está haciendo un esfuerzo titánico por recuperar el mejor PP y convencer a los descontentos del marianismo inanimado. Y a todo esto ¿qué decir de Abascal? Cuando la Junta electoral le prohibió intervenir en los debates, lo convirtió en el protagonista de la función y desbarató la estrategia del deplorable doctor Sánchez, aún presidente.
