Nunca se había intentado provocar una alarma colectiva de dimensión planetaria. Con el respaldo del Secretario general de la ONU, comenzó la cumbre sobre el Cambio Climático, con una fenomenal bronca que Greta, una joven escandinava, lanzaba contra los líderes mundiales. Según ella y sus patrocinadores, se les acusaba de pasividad ante las inminentes consecuencias devastadoras del calentamiento global. La dramática escena difundida por todo los medios de comunicación multiplicó el desgarrador discurso de la joven. Su mirada colérica contrastaba con su rostro infantil y añadía dramatismo a la situación. Aún más sorprendente fueron sus palabras acusatorias: “me habéis robado mis sueños y mi infancia con vuestras palabras vacías”. No era la queja de una víctima que interpretaba una escena de terror. Todo era real y se trasmitía al mundo entero desde la ONU. No era ficción. Greta no estaba representando un papel (o quizá, sí). Se sabe que había llegado desde Suecia donde el nivel de vida y la calidad del aire es excelente. Había cruzado el Atlántico en un lujoso yate no contaminante y era acogida con veneración por el Secretario general de la ONU. El señor Guterres pierde el sueño por el clima, no por el estado de miseria de la población venezolana sometida a la dictadura de Maduro.
La operación conjunta de Greta y Guterres pretende revertir la angustiosa amenaza que, dicen, se cierne sobre la Tierra por la contaminación. Se sabe que a los grandes contaminadores como China y USA no les convence los pronósticos pesimistas del IPCC. El organismo que promueve la psicosis colectiva con informes alarmistas sin fundamento científico. ¿Por qué no hay ningún tipo de confrontación con organismos realmente competentes? Cuando el año pasado se descubrieron las “ondas gravitacionales”, por ejemplo, se confirmó el resultado por varias decenas de laboratorios en todo el mundo. Los hechos científicos comprobados no necesitan de tales efectos especiales, ni montajes promovidos por ideólogos de izquierdas, jaleados por medios de comunicación afines.
Por fortuna, hay medios solventes que se desmarcan del resto. Así, en su último numero “The Times” titula “Greta Thunberg y el complot para forjar un enemigo climático” (“La sombría conspiración detrás de ella tiene otros objetivos”). El artículo desvela intereses asociados a la farsa organizada en torno al calentamiento global, que por falsos pronósticos está provocando la histeria colectiva a escala mundial. No es nuevo. En el pasado también se anunciaron catástrofes sin fundamento. En 1967, se predijo una gran hambruna para el año 1975. En 1970, los visionarios previeron una “edad de hielo” que comenzaría en el año 2000. En 1980, los augures advertían que el agujero de la capa de Ozono haría peligrar la vida sobre la Tierra. En 1988, la lluvia ácida acabaría con la vida lacustre. Al año siguiente profetizaron que en 30 inviernos las Maldivas quedarían sumergidas. Y lo más reciente, Gran Bretaña tendrá un clima siberiano en 2020 (¿será por el brexit?). En fin, todos son pronósticos fallidos, lanzados sin base científica que pretenden alarmar a la población. En esta ocasión, el complot del clima cuenta con un medio más efectivo y peligroso al implicar a los jóvenes a través de Greta, que actúa como un icono. Su iracunda actitud está fabricando una barrera entre generaciones. Pretende con fuertes acusaciones hacer responsables a los mayores de un supuesto deterioro de la Tierra.
Pero ¿quién es Greta? ¿Consigue algún beneficio de todo el tinglado? Es lo que ha querido investigar “The Sunday Times” entrevistando a su padre Svante Thunberg. Fue actor y ahora organiza las “actividades” extra-escolares de Greta. Asegura que ”su hija es ‘independiente’ y camina al margen de cualquier organización o grupo de poder”. Pero, Greta no sólo cuenta con la ayuda de su progenitor. También colabora Daniel Donner, su jefe de prensa que trabaja en “European Climate Foundation”, financiada por grupos empresariales. Además, el magnate Ingmar Rentzhog, presidente de un “think tank” del que son miembros políticos socialdemócratas suecos y ejecutivos de grandes empresas energéticas del país.
En este momento, es oportuno preguntar si la joven Greta es objeto de manipulación de gente poderosa, o si está interpretando un papel y actúa por convicción. En ambos supuestos, parece que los activistas climáticos que la rodean están sacando un buen partido. Cuentan con una joven valiosa y obsesiva, con una determinación impropia para sus 16 años (casi enfermiza). Lo cual explica la eficacia de la campaña entre los adolescentes, que suelen anteponer la pasión a la razón. Mientras la gente de más edad, que contribuye con su trabajo a mejorar la sociedad, sufre las campañas incendiarias de los populistas. Sobre todo, debe molestar la gran farsa colectiva propiciada por políticos, lobbies y Oneges financiadas por gobiernos acomplejados y oportunistas que siguen a ciegas las consignas de los activistas.
