Después del fotomontaje, nos llega la foto en vivo. Todos sonrientes (incluido el personaje de la estatua) en la inauguración del proyecto político más polémico de esta legislatura. Ha quedado abierto al público el servicio de “selfiado” municipal junto al achacoso diablejo, con el majestuoso Acueducto al fondo. Sus caras de satisfacción lo pregonan: lo hemos conseguido. El proyecto no representa un gran beneficio para los ciudadanos, pero no se esperaba nada mejor de un gobierno socialista que sobrevive como puede. Sin duda, han sabido explotar a su favor el argumento que algunos daban en contra de la estatua. Se lo han servido en bandeja quienes han planteado el debate en el terreno religioso. Pienso que en este caso, deben prevalecer las razones democráticas, que además compartirán muchas personas, creyentes o no. Desde luego, la precipitación con que la alcaldesa ha instalado la estatua, es un síntoma de su inseguridad. De hecho, los demandantes han recurrido la última decisión del juzgado sobre la suspensión cautelar. Ya se sabe que a este Ayuntamiento le llueven los reveses judiciales. En este asunto lo que importa a todos los ciudadanos, que no se sientan súbditos, es el modo de proceder del equipo de gobierno y en particular de la alcaldesa, que ha actuado con toda opacidad y con la arrogancia habitual. No ha contado con el parecer de los vecinos de la zona, ni con los ciudadanos ni, al parecer, con los partidos políticos. Es lamentable que hayan sembrado el malestar que podría haberse evitado, si las cosas se hubieran hecho de otra forma. Si hubiesen organizado una consulta popular, en lugar de actuar en la sombra. No dudamos de la intención de la alcaldesa cuando afirma: “nunca hemos pretendido ofender la sensibilidad religiosa de nadie pero tampoco estamos dispuestos a doblegarnos ante las imposiciones que brotan de la intransigencia y la intolerancia”. Sin embargo (teologías aparte), tampoco los ciudadanos tienen por qué doblegarse ante las imposiciones de los gobernantes que en un sistema democrático se creen propietarios de un Patrimonio urbano secular, en lugar de actuar como administradores temporales.
El hecho es que la alcaldesa y su imaginativa concejala de Patrimonio han conseguido por ahora coronar su obra, pasando por encima de miles de personas, contribuyentes, votantes y pacientes víctimas del despotismo ilustrado (con la ayuda de una leyenda manipulada). Hay que reconocer que, con la oposición silente (inexplicable) han obtenido un rendimiento político. Pues, mientras se habla de la estatuilla de marras (¿el nuevo timo?), se olvidan los muchos y graves problemas que acucian al equipo socialista que encabeza Luquero, cada vez con menos estabilidad política, desde las últimas defecciones de su equipo de gobierno. Con unos presupuestos congelados a varios grados bajo cero; arrastrando el timo del Cat, y con el edificio del Cide sin terminar y lleno de fantasmas; y el aparcamiento de José Zorrilla aún cerrado; con la hipoteca de incontables pleitos y charcos judiciales que colean desde el alcalde anterior de infeliz recuerdo. La construcción del Acueducto que no pudo concluir el maligno de la estatua no debió ser tan trabajosa como la recuperación de una gestión municipal solvente. Segovia se merece algo bastante mejor que lo que hay.
Y, de vuelta a la calle de San Juan. Hay que suponer que la instalación de la cámara de vigilancia no será una intromisión ilegítima, teniendo en cuenta el artículo 7.5 de la Ley Orgánica 1/82. En todo caso, han de saber los invitados por el Ayuntamiento a retratarse con el achacoso personaje de la estatua que serán vigilados por el “Gran Hermano”. Lo que animará más la función. También sirve para recordar a Gracián: “no hay más dicha ni más desdicha que prudencia o imprudencia”. (n. 21 “Oráculo manual y Arte de prudencia”). A propósito de prudencia. Es sabido que, en los últimos meses se han producido dos accidentes graves; uno en el Postigo y otro en la muralla. Así que habrá que suponer, que los y las responsables de esta movida han pensado en el riesgo que corren quienes se suban al pretil para fotografiarse, teniendo en cuenta el desnivel que hay al otro lado. ¿Bastará con poner un cartel avisando del peligro? ¿Es responsable, primero invitar a la gente a ponerse en una situación de riesgo y al mismo tiempo advertir del peligro? Está claro que, al poner el cartel avisando del peligro, reconocen que el peligro existe y la responsabilidad también. En todo caso, si funciona la cámara de vigilancia, podrán saber si la gente se sube al pretil. Por último, es obligado preguntar (sin afán de molestar) si algún portavoz de la oposición, en el próximo Pleno municipal, presentará alguna moción o pedirá información sobre este tenebroso asunto.