Viví en Holanda desde el año 78 al 93. Mis primeros recuerdos se confunden entre colores y olores que, todavía hoy, permanecen en mi retina por la multitud de posibilidades que ofrecían a los sentidos; los millones de combinaciones presentes en ese irrepetible espacio que en la ciudad de Lisse, significa el jardín de tulipanes más increíble del mundo que es el Keukenhof.
También Holanda padeció recientemente una especie de bloqueo político, que tardaron algo más de 200 días en solucionar, pero a diferencia de nuestra situación, los holandeses utilizaron ese tiempo en discusiones complicadas, con un objetivo muy claro: Conseguir un consenso sobre un programa de gobierno viable, transparente y fuerte. Nadie se conformaba con el número mágico de 76 diputados sobre un parlamento de 150.
Todos los actores entendían que ese número significaba tener un gobierno débil. La explicación es sencilla: la aritmética parlamentaria era correcta, pero el resultado no ofrecería garantías a la ciudadanía, como para encarar una legislatura seria y duradera.
Para los políticos holandeses su razón de ser son los ciudadanos, pilar fundamental sobre el que gira la acción política. Parece lo lógico y lo común en cualquier país con tradición democrática y cualquier ciudadano español lo aceptaría como propio para su país, pero no.
Hoy mismo, un ex presidente de gobierno declaraba… “No se entiende que se empiece la casa por la ventana “. Y esta es la cuestión: lo que interesa a nuestros políticos es justamente ‘LA VENTANA’; ese escaparate de miras cortas, donde lo que prima es lo mío, por encima de lo general, donde los argumentos se retuercen hasta límites insospechados, para presentar soluciones bastardas que chocan frontalmente con la lógica más simple de las cosas; donde la realidad nítida de nuestro país sigue siendo un goteo permanente de deterioro de las estructuras básicas de cualquier país decente.
Los tres poderes se difuminan como un azucarillo en un café con leche y, en él, mientras tanto, los ciudadanos permanecemos atónitos, sin poder dormir entre la idea de un gobierno de coalición con Podemos o montar una cama redonda donde ni siquiera nos han invitado a participar.
Mark Rutte, presidente holandés, discutió hasta la saciedad con otras tres formaciones políticas para fraguar un acuerdo de gobierno solvente como para poder presentar a la sociedad holandesa.
A nuestro presidente le han sobrado un par de horas para dar un giro copernicano a sus convicciones, (tan cambiantes en el tiempo como la borrasca de estos días) y presentarnos con regocijo un acuerdo ilusionante del primer gobierno realmente progresista desde la Transición y aquí coincido con el comentario del maestro Zarzalejos.
A Pedro Sánchez le cuadra la sentencia de Aristóteles según la cual “el castigo al embustero es no ser creído ni aun cuando diga la verdad”. Y este es el verdadero drama de nuestra actualidad política: representantes de la cosa pública que solo se representan a sí mismos; un quilombo territorial de difícil solución, donde el apoyo de ERC será más que necesario para una posible investidura y donde uno de sus máximos representante, el señor Pere Aragonés, firmaba con el señor Otegui una declaración reclamando el derecho a la autodeterminación…Pequeñas cosas salvables para nuestro presidente en funciones, si el objetivo es factible y ese no es otro, que permanecer en el poder, aunque un pata negra como el señor Rodríguez Ibarra amenace con darse de baja en su partido de toda la vida , dirigido hoy por un grupo de aficionados a la ruleta rusa.
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(*)Director general de Drylock-Technologies España.