No es fácil explicar cómo en una pequeña provincia como Segovia, históricamente siempre un paso por detrás a la hora de incorporar modas y modismos, se sigue cultivando -y muy bien- un estilo tan poco vanguardista como el metal. Mientras el rock y el pop avanzan por otros derroteros, los ‘metaleros’ siguen agarrados a un estilo que ha dado nombres épicos en la historia del rock y que se resiste a torcer el brazo arropado por sus irreductibles seguidores.
La sombra de Lujuria es alargada, y su simiente parece haber caído en buena tierra, si nos atenemos a grupos emergentes como Hijos de Overón, que en la noche del viernes llenaron la sala Beat Club para presentar su segundo disco ‘Camino de piedras’.
Superando algún que otro problema técnico, la banda segoviana dejó clara su intención de mostrar todo su potencial con un concierto energético y contundente, en el que mostraron las canciones de su último trabajo, muy próximas a la línea de su primer disco. La buena sintonía del grupo sobre el escenario se transmite a un público que corea temas en los que no faltan universos mágicos que no olvidan el compromiso social. La magnífica voz de su cantante, acompasada por una sólida banda, dejó pocas fisuras en el primer concierto de la gira de presentación del disco, y mostró el oficio que tienen ya sobre el escenario.
Un estilo propio, pero con referencias bastante reconocibles convierte a la banda en una de las propuestas más atractivas de un género, habitualmente reñido con lo comercial y paradójicamente con miles de seguidores. Sólo cabe desear que Hijos de Overón tengan una buena singladura en este particular océano musical en el que es tan difícil llegar como mantenerse. La tripulación parece preparada para la travesía.
