Cuando en un equipo prima más el lucimiento personal que el éxito colectivo, lo más fácil es que lleguen las derrotas, como la que ayer sufrió el Caja Segovia ante el Benicarló en un Pedro Delgado abarrotado de aficionados, que no pudieron por menos que irse desencantados por el juego visto en la cancha.
Porque pase que el Benicarló juegue como juega, porque lleva tres años jugando a lo mismo, a pasarle el balón al portero y a desesperar al contrario buscando su error. Pero que el Caja no sea capaz de jugar a lo que sabe, y que desperdicie de manera absurda dos de las tres superioridades de las que dispuso para marcar a lo largo del partido es para criticar, y mucho, las ganas que tienen algunos componentes del equipo segoviano de ser ellos quienes reciban los aplausos y no los compañeros.
Durante el entrenamiento del jueves, ya con Matías lesionado, Nano Modrego se empeñó en tirar un penalti sabiendo que tenía molestias en su abductor. Resultado: Marcó el penalti, pero se lesionó, y aunque quiso jugar, tanto el médico como el entrenador lo desaconsejaron. Una baja más en el equipo por una estupidez.
Sin dos de sus jugadores titulares, que fueron tres con la baja a última hora de Cidao, aquejado de problemas de espalda, Miguel Rodrigo tuvo que otorgar minutos en cancha a jugadores que una y otra vez se empeñan en demostrar que no los merecen, y que ayer mostraron un egoísmo con sus compañeros para hacérselo mirar.
Para muestra, diversos ejemplos. Minuto cinco de partido. Guga roba un balón tras un mal pase de Leandro y cede a Andreu, que solo ante la meta visitante cae derribado por Isco. Penalti claro y expulsión aún más clara. Guga es el encargado de tirar la pena máxima, pero lo hace de manera horrible y Leandro rechaza a córner. Afortunadamente el brasileño se redime de su error marcando pocos segundos más tarde en la única ocasión en la que el Caja aprovecha la superioridad numérica. Guga hizo buenos minutos a partir de su gol, pero poco a poco fue metiéndose en una dinámica de “yo me lo guiso, yo me lo como”, que acabó siendo fatal para el Caja.
Con el 1-0 en el electrónico, el partido se mete en una dinámica de dureza que obliga a los árbitros a emplearse a fondo, pero de la que el Caja Segovia saca tajada en forma de contragolpes claros. En uno de ellos, Miñambres no quiere ver a Andreu, en inmejorable posición para marcar, y opta por rematar al cuerpo de Leandro, en otro intento de lucimiento personal inútil. Poco después, comete la quinta falta del equipo en otra acción estúpida.
Un minuto después, Burrito (al que si se le quiere borrar el mote habría que empezar también a dejar de proteger de manera excesiva,porque en la actualidad no se merece ni un solo minuto sobre la pista) falla de manera clarísima un remate dentro del área, volviendo a estrellar el balón en el cuerpo de Leandro. Un minuto más tarde, Diego estrella el balón en el larguero de la meta visitante.
El Benicarló, que parecía no estar cómodo sobre la cancha, tuvo la fortuna de marcar el empate en una jugada sin aparente peligro de Genaro, que se marchó como quiso de Miñambres y de Guga para acabar superando a Arrivi de lanzamiento “picudo” y ajustado al palo. El gol hizo saltar todas las conexiones del Caja, que ni siquiera tras la (injusta) expulsión de Fali logró entonarse, jugando el último minuto de la primera parte, y el primero de la reanudación, con un jugador más, sin ningún éxito.
El Benicarló, con dos importantes baluartes en la grada expulsados, más Valença lesionado, sólo tenía a Dani Salgado y Genaro como estiletes ofensivos, así que cuando Lin hizo el 2-1 aprovechando un buen robo de balón de Guga con posterior centro al segundo palo, no fueron pocos los que pensaron/pensamos que el equipo de casa empezaba a encarrillar su victoria.
Pero nada más lejos de la realidad. El Benicarló volvió a tirar de Leandro para dormir el partido, y lo consiguió de tal manera que el tedio se hizo patente tanto en el juego como en la grada. Cada rotación en el Caja Segovia iba haciendo descender el nivel del equipo, y Miguel Rodrigo no se atrevió a dar galones a Tobe como cierre, situando a Lin, que no pudo con Genaro en una acción en la que quedó demostrado que el segoviano es de todo menos cierre, y en la que el brasileño del Benicarló marcó el empate a dos goles. Antes Arrivi había realizado grandes intervenciones, saliendo con valentía a tapar los remates de Dani Salgado y Jordi Lledó.
Cada gol del Benicarló era un golpe a la idea de compañerismo en el Caja, y así Guga intentó hacer la guerra por su cuenta, perdiendo el balón, y el Benicarló montó un contragolpe de tres para dos en la que sus jugadores sí se pasaron el balón, hasta que éste llegó a Dani Salgado, que marcó el tercero de su equipo.
Los últimos cinco minutos de partido fueron lo de siempre cuando el Caja va perdiendo, un quiero y no puedo en el que cada jugador busca marcar el gol que le dé su minuto de gloria en lugar de pasarle el balón al compañero mejor colocado. Lo del último minuto de partido del Caja, con el Benicarló defendiendo con tres hombres por la expulsión de Dani Salgado, ya fue “de traca”. Así que el equipo visitante, con tres expulsados, con su juego horripilante, pero entendiendo el fútbol sala como un deporte colectivo, se impuso a un Caja cuyos componentes desecharon la idea de equipo de sus cabezas. Así les fue.
