Permítame el lector que le relate muy resumidamente, una curiosa película titulada “En un mundo real”:
Érase una vez, un lugar en la tierra en el que se sucedían anécdotas increíbles. Dirigido por una poderosa élite ávida del poder y gobernado por un grupo enfermo y corrupto. Bautizado bajo el nombre de democracia, que ocultaba todos los elementos esenciales de la autocracia.
Habitaba en él un Fiscal General del Estado que, siguiendo supuestamente instrucciones de quien lo nombró, reveló en titulares de prensa, para dañar a un contrincante político, información amparada por el secreto profesional. Utilizaba como abogado personal a la Abogacía del Estado, pagada por todos y, quien debía acusarlo, no lo hacía, al ser su subordinado. La esposa del número uno, se encontraba imputada por cuatro delitos. Hacía sus “negocietes” prevaliéndose de su condición. Se servía para la captación de clientes de la ayuda de una individua que trabajaba en nombre y por cuenta de presidencia del Gobierno. Existen pruebas de sus conversaciones y reuniones con el mediador en asuntillos y rescates de los que sacó tajada. Contaba con un ministro, asesorado por un portero de puticlub, imputados ambos por diversos delitos de financiación ilegal, desvío de capital, adjudicación irregular de contratos y cobro personal de comisiones. El hermano del dirigente mayor, dimitió como trabajador de un puesto ubicado en otro país del que vivía, en una oficina que no sabía dónde estaba, cobrando un salario sin trabajar, sobre el que no pagaba impuestos. Se permitió la entrada prohibida en el reino a una vicepresidenta (venezolana), al parecer, cargada de dinero procedente del saqueo a su bello país, con supuestas oscuras intenciones de financiar un nombramiento, urdido todo ello con la intervención de un zapatero que no sabe arreglar zapatos. Investigaciones diversas apuntaban cuentas de varios ministros escondidas en diferentes paraísos fiscales. Se permitía que se gobernara desde fuera, a través de un enemigo reclamado por la justicia, para mantenerse en el poder. Se prohibió intervenir a quien debía hacerlo en una situación catastrófica ocurrida en Valencia, abandonando a muchos de sus habitantes a la muerte, al hambre y a la ruina. Se rechazó la ayuda ofrecida, se perdió el derecho de recabar fondos, se vistieron las subvenciones, sujetas a devolución futura por quien las recibiera, como chantaje para aprobar otras partidas deleznables. Mientras, se acogía al enemigo, que forma ya un conglomerado de tres millones novecientos mil ilegales que no trabajan y a quienes hay que mantener, con pagas y residencia en hoteles de lujo.
Por el camino, se legislaba lo ordinario ilegalmente, a través de decretos leyes establecidos para situaciones urgentes y extraordinarias. Se atacó y conquistó a las instituciones estatales más importantes: Monarquía, Tribunal Constitucional, Consejo General del Poder Judicial, Tribunales Superiores… Para colmo, se ideó un sistema para contratar a sus coleguillas a través de un procedimiento de acceso acorde a sus intereses en lo que parecía inatacable: los juececillos de instancias inferiores. Se destrozó un turno de oficio que quedó copado por emigrantes ilegales con pretensiones insostenibles. Se conquistó Indra, el INE, el CIS, Correos, Telefónica. Se subvencionó a los sindicaos con 32 millones extras para 2025 y poder así ordenar su actuación. Se dispusieron a sus amiguetes en las ONGs para que manejaran el dinero que la buena gente aportaba. Su policía se reunió en Madrid con los homónimos del enemigo marroquí para acallar un espionaje denominado Pegasus. Manipularon la educación obligando a los maestros a impartir su ideología. Destrozaron la sanidad pública. Compraron a los medios de comunicación. Favorecieron a okupas y deudores de rentas destruyendo así el mercado de la vivienda y aniquilando el derecho de propiedad.
Para ello, se servían de una oposición amiga que los salvaba de los momentos agónicos y les ayudaba a cambiar el Constitucional (quién sabe, quizá como venganza a su intento fallido ante dicho Tribunal de inocular obligatoriamente a toda Galicia), a aprobar decretos espurios, a retirar al partido que pediría la revisión de las papeletas de votos de la Junta Electoral Central, dejando en manos de la conquistada Indra el resultado de las elecciones, etc.
El caso es que “en un mundo real”, un puñadito de autónomos debe hacerse cargo del sostenimiento de todo este fango y de la financiación de la película. Cierto; los funcionarios también sufragan impuestos, pero ellos pagan a quien les paga, mientras que el autónomo paga a quien le está robando. Al funcionario y al trabajador les reducen su jornada a costa de aumentársela al autónomo (que no puede contratar estas jornadas al mismo precio) y de jubilar a todos a los setenta y dos años para que, tras una vida de estrangulamiento, se mueran directamente cuando dejen de producir.
El autónomo se hace autónomo por amor a su profesión, como acto de adoración al valor de la autonomía de su voluntad, de su libertad y de su pensamiento, para no depender de nadie, para no tener que mentir o delinquir en favor de quien le paga. Y esto le hace mirar con distanciamiento el film irreal que han creado y en el que quieren integrarnos a todos como actores. Es por ello por lo que al autónomo le resulta mucho más sencillo elegir la píldora roja (saliéndose así de este guión y estableciéndose en lo real) que continuar con la píldora azul que mantiene a la masa en la más absoluta ignorancia, apatía, falta de creatividad y esclavitud. No estoy escribiendo sobre Matrix. Lo que ocurre es que esta “peli” resulta mucho más conocida que aquella filosofía de vida que seguían los pre-socráticos hace dos mil quinientos años y mucho antes, en culturas que nos han precedido y son nuestro sostén. Aquella forma de vida potenciaba la normal relación con los dioses, con las fuerzas de la naturaleza, la interiorización e indagación mental y la iniciación al verdadero conocimiento, para poder elegir la vivencia en una película real y no ficticia.
La película del mundo que nos están imponiendo, no es que no exista, sencillamente no es verdad. Se trata de un engaño en el que nos quieren embaucar para utilizarnos. La autonomía de nuestra voluntad, la acción valerosa y correcta, la superación de una mente, que sólo ve lo que le ponen delante, resulta el único modo racional de vivir.
Por eso, cuando mi mente se despista y cae brevemente en el fango de esta película denominada “en un mundo real”, echo mano del “memorialín” recordatorio: ¡¡¡SOY AUTÓNOMO!!! No me permito caer en la ignorancia. Permanezco en lo real y no paso a formar parte de la farsa en la que nos quieren encajonar.
