Hace ya más de una década que Christopher Nolan sorprendió con una película, “Memento”, basada en un relato de su hermano Jonathan, “Memento mori” (en latín, “Recuerda que vas a morir”). A pesar de que han pasado trece años y de que la película, que tuvo algunas nominaciones a los Oscar y los Globos de Oro, tampoco adquirió una relevancia importante para el gran público, yo aún vuelvo a ella a menudo, quizá, creo, porque me invitó a una reflexión sobre la memoria que, aún en la veintena, no estaba muy acostumbrada a tener que hacer.
El personaje que encarna Guy Pearce sufrió un trauma cerebral que le causó amnesia anterógrada. Leonard es incapaz de almacenar nuevos recuerdos, sin embargo, posee memoria sensorial y recuerda cómo realizar las acciones cotidianas. Para ‘recordar’ los sucesos de su vida crea un sistema usando fotos instantáneas para tener un registro de la gente con la cual se relaciona, dónde se hospeda y otros elementos básicos para el desarrollo de su vida. Además de las fotografías, también toma notas y se tatúa pistas del asesino de su esposa, a quien busca para vengarse.
Leonard consigue articular su propio sistema para sobrevivir cuando hasta los gestos más cotidianos se borran una y otra vez de su mente. Igualmente, los dos personajes que protagonizan “Aquí va a pasar algo”, el excelente montaje que Zanguango Teatro trajo al Juan Bravo el pasado sábado, se las arreglan como pueden para avanzar en un mundo en el que, borrados los recuerdos, son obligados a construirse a sí mismos en cada momento, con mayor o menor fortuna.
Los dos personajes optan por el juego para indagar en quiénes fueron y ver qué pistas les puede ofrecer eso sobre quiénes son hoy. Así, la obra ofrece momento de gran hilaridad pero, ojo, no se confundan, tras esas risas se esconde un fondo en ocasiones muy amargo. Porque a veces no recordar es muy duro, y otras veces, recordar es aún peor.
“Aquí puede pasar algo” cuenta con tantas lecturas como espectadores y su riqueza ofrece tantos niveles de análisis como se quiera. Quien quiera disfrutar de su humor inteligente y surrealista, puede hacerlo, pero quien quiera indagar más, podrá reflexionar hasta donde desee sobre el frágil material del que se componen los recuerdos, a veces imprescindibles; a veces, lastre.
Los dos actores firmaron una excelente interpretación en un contexto nada fácil, y supieron ganarse la complicidad del público , lamentablemente muy escaso, que asistió a la representación. Una lástima para una de los mejores espectáculos que han pasado por la sala este trimestre.
