La predisposición al ensueño le acompaña desde niño. Se recuerda a sí mismo como un chaval lleno de fantasía, que no necesitaba a nadie para entretenerse. Con sus soldados de plomo fabricaba sus propias historias. «Era solitario, pero nunca triste», puntualiza. Tras recibir el Premio Nacional de Narrativa en 1994, su carrera ha sido imparable. Es una de las voces más prestigiosas de la Literatura española. Este vallisoletano, que asegura sentir cierto pudor cuando le piden que lea en público un pasaje de alguna de sus obras, acaba de publicar ‘Y que se duerma el mar’.
El escritor vallisoletano Gustavo Martín Garzo (1948) se adentra en el mismo escenario que dibujó en El lenguaje de las fuentes hace casi 20 años, y llega a las librerías con Y que se duerma el mar (Lumen). La novela, que toma el título de un poema de Simónides de Ceos, presenta a la Virgen niña que no sabe que tendrá que aprender a aceptar lo que el destino le depare sin hacer preguntas. En torno a lo que rodea a la protagonista, el autor traza un elogio del relato, del misterio de la vida, y del bien y del mal, como fuente de sabiduría y misterio inexplicable.
En el paisaje mágico de su último libro hay un jardín hecho de palabras, con reserva del derecho de admisión. ¿Por qué prohíbe la entrada a los adultos?
No se lo prohíbo si se comportan como niños o si tienen a alguien a quien amar. En el mundo infantil, no en el de los adultos, todo es posible, de ahí que su figura se confunda con la del poeta y con la del amante.
Con esta obra regresa al camino que inició hace 20 años con El lenguaje de las fuentes. ¿Era una deuda pendiente?
En aquella ocasión quise escribir la novela desde el punto de vista de María, pero no supe hacerlo. Solo puedo decirle que, como escritor, cuando me siento atraído por una idea me pongo en marcha.
¿Por qué se decide ahora a contar la historia a través de la Virgen siendo niña?
Porque di con el hallazgo de hablar desde su infancia. Es un personaje como esos que a mí me gustan tanto, que son los protagonistas de los cuentos, con poder para tender puentes entre el sueño y la realidad.
¿No es una extravagancia por su parte presentar por segunda vez a los lectores a María mutilada… con muñón?
No, porque es coherente con mi manera de entender la Literatura. La he sacado del entorno al que pertenece, de los retablos y de las vidrieras de las iglesias, y qué mejor manera de hacerlo que presentándola con un tipo de imperfección. Es como devolverla al mundo de lo humano.
Aunque esta novela no tenga absolutamente nada ver con la religión, ¿hasta qué punto le interesa el mundo bíblico?
La Biblia, que es esencial en nuestra cultura, me interesa enormemente como texto, no como volumen religioso. De hecho, la utilizo a menudo en mis obras. Sus historias, terribles y hermosas, han acompañado al hombre desde el origen de los tiempos.
¿Cómo acostumbra a celebrar Gustavo Martín Garzo la locura de la vida?
Probablemente porque me atrae todo lo que va más allá de lo razonable, trato de estar a su altura participando de ese momento con infinita alegría.
¿Cree que la Iglesia llegará a recuperar la capacidad creadora que tuvo antaño?
Cuando me asomo a esas catedrales inmensas o cuando escucho aquellas músicas excelsas, si lo comparo con los productos actuales, siento que se ha perdido algo. En mi opinión, la Iglesia más doctrinal no va por buen camino. Víctor Hugo aseguraba, al referirse a esos templos tan espléndidos, que en esos espacios sagrados estaba Dios, aunque añadía con ironía: cuando entra un obispo en ellos, Él se marcha.
¿Qué opinión le merecen los que pretenden ir de salvadores de los demás?
Me parece una petulancia. La Literatura, sin embargo, sí tiene una misión redentora, porque debe aportarle esperanza al lector. Debe decirle que la existencia, que puede ser una aventura llena de dolor que no entendemos, es también un don extraño, que merece la pena vivir.
Los personajes que elige para sus obras, ¿qué cualidades deben reunir?
Me interesan los trapecistas, los bailarines, los sonámbulos… esas criaturas que están como flotando en el tejado, porque nos llevan a lugares distintos. La Literatura debe ir más allá de lo que podemos tocar o fotografiar. Hay un paraíso oculto, misterioso y desconocido al que tenemos que encaminarnos si queremos que nuestra vida sea completa.
Como escritor, ¿sería el mismo de no haber obtenido el Nacional de Narrativa en 1994?
Qué duda cabe que los premios, aunque son externos a la Literatura, son un estímulo que te hacen sentir un tanto reforzado y que, de alguna manera, te dicen que el texto premiado no ha salido mal del todo, pero escribir frente al ordenador es una aventura solitaria. Cuando inicio un libro, me siento tan desarmado como cuando empecé.
