‘Rafael VIII’ de Francia, el título elegido ayer por muchos medios para sintetizar la hazaña del español en Roland Garros, ya no es el mismo que ‘Rafa I’ o ‘II’: el jugador hiperacelerado y de exuberancia juvenil ha pasado a ser un tenista cada vez más reflexivo y prudente, aunque su feroz ambición competitiva siga intacta.
«Estoy más viejo», comentó días atrás con una sonrisa cuando se le pidió que se comparara con el Nadal de 2005, aquel que con 19 años ganó en París el primero de sus 12 títulos de ‘Grand Slam’.
No se es viejo a los 27, pero el balear es un veterano de la raqueta que, tras casi una década en el primerísimo plano, quiere hacer todo lo necesario para que su carrera se alargue el máximo posible. Quiere, entre otras cosas, cobrarse la deuda de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, cuando su lesión le impidió ser el abanderado y le obligó a quedarse en casa.
Nadal quiere estar en Río 2016 y, para eso, necesita que su rodilla no le vuelva a traicionar. Y para ello debe cuidarla al máximo, estar muy atento a cualquier señal.
Por eso Nadal ha cambiado. Tras cada conquista de Roland Garros era ya una tradición que al día siguiente se subiera al Eurostar y cruzara en tren el Canal de la Mancha para entrenarse un par de horas después ya sobre el césped de Queen’s. Su físico y su entusiasmo no tenían límites. Esa ilusión sigue intacta, pero el cuerpo requiere otro cuidado, en especial tras siete meses de ausencia del circuito en los que creyó que podría no volver a ser el que fue. Su regreso, con siete títulos en nueve torneos, le ha demostrado que no es así.
En este caso, Nadal ha renunciado a jugar el torneo de Halle y dedicará estas jornadas a descansar y a someterse a unos estudios para ver el estado de la rodilla. Pero la inflamación en la grasa de Hoffa y una tendinopatía rotuliana siguen ahí. Lo que tiene el mallorquín no es una tendinitis, sino una enfermedad del tendón, un proceso degenerativo. «Es un problema que los médicos no tenemos muy claro, cuando lo diagnosticamos no tenemos claro cuál es la solución, porque hay cien tratamientos diferentes para el mismo problema», explicó Ignacio Muñoz, doctor de la Federación Española de Tenis. «Hay mil tratamientos diferentes, y a algunos pacientes les va bien uno y a otros, otro», indicó.
La posibilidad de que lo de Nadal fuera una tendinitis -un problema mucho menor- fue descartada en su momento con biopsias y análisis de sangre que permitieron confirmar que no había «mediadores de inflamación».
Entonces se comenzó con los tratamientos de factores de crecimiento, el plasma enriquecido, que, dependiendo de en qué articulación se inyecte, puede ser muy doloroso para el paciente. Hay galenos que dudan de la efectividad real de ese tratamiento, pero Muñoz lo defiende con énfasis. «Yo lo recomiendo, da muy buenos resultados, aunque cada paciente es un mundo».
«Es un tema de debate intenso entre los médicos. Juan Carlos Ferrero lo tuvo y finalmente se operó, pero quizás porque coincidió con otra lesión. Ya que iba a estar bastante tiempo parado, mejor hacer todo al mismo tiempo. También lo tuvo el australiano Lleyton Hewitt, pero a él le iba muy bien un tratamiento con unos parches de nitroglicerina, que se usa como un vasodilatador».
Rafa Nadal tiene ya una carrera incomparablemente más exitosa que esos jugadores. Aunque diga sentirse a «años luz» de los 17 títulos de ‘Grand Slam’ de Roger Federer, acercarse al suizo desde los 12 que ya tiene ahora es posible. Pero de la rodilla depende en buena parte su carrera. Por eso, el manacorí no es solo más «viejo», está obligado también a ser más sabio.
