Más de doce meses, más de un año desde ese 14 de marzo que el Gobierno decretó el Estado de Alarma, limitando nuestras libertades para ponerle freno al COVID-19. Tras todo un año, seguimos igual, en Estado de Alarma, con limitaciones a nuestras libertades, y con fallecimientos diarios en nuestro país. Un año da para mucho, tanto, como para poder gestionar la repercusión de esta pandemia a otro nivel, y no al que estamos sufriendo.
De nuevo, medidas de limitación de libre circulación, pero solo para ciertas Comunidades Autónomas o nacionales, puesto que se permite que vengan de otras a nuestro país; limitación con toque de queda, produciendo una lesión a la economía con daños irreparables, observando como otras CCAA y otros países logran mejorar la gestión de esta pandemia sin necesidad de ellas; y medidas de control de aforo en establecimientos, dejando que esos sectores se ahoguen económicamente, pero más despacio.
Un año desde los “uno o dos casos aislados en nuestro país”, un año desde “la mascarilla no es necesaria ni obligatoria”, o un año más desde “las decisiones más duras las tomará un comité de expertos”, todo ello, y lo que ha ido aconteciendo posteriormente, ha provocado la situación que tenemos en la actualidad en nuestro país: más de 70.000 fallecidos, solo un 5% de vacunados y con las medidas igual de restrictivas que cuando empezamos.
