A veces digo que, de cada diez cosas que sé, una la aprendí en los libros, otra en los periódicos y tercera en la calle. Las otras siete me llegaron a través del cine. Exagero, pero con esta reflexión quiero resaltar lo importante que es el séptimo arte en mi vida.
De pequeño, crecí en las dos salas de Austresigildo, en El Espinar y San Rafael, y en el “cine de las sábanas blanca”, al aire libre, en las fiestas del Caloco. De estudiante en Madrid, más que en las aulas, pasaba muchas tardes en la Filmoteca, en las salas de Arte y Ensayo y en los cines de sesión continua. En la Transición, fui asiduo de los locales de Segovia: Sirenas, Cervantes y Victoria, y luego de los multicines: Zuloaga, Miró y Luz de Castilla. Resiste Arte 7 con dignidad, en Nueva Segovia.
Los tiempos cambian. Ahora se consume mucho cine en casa, más y peor. El cine hay que verlo como Dios manda. En cualquier caso, para que haya películas es necesario que antes existan realizadores, actores, profesionales del medio y, sobre todo, espacios apropiados donde rodar. Segovia los tiene.
Nací alumbrado por el rodaje de Marcelino, pan y vino, en la ermita del Caloco de El Espinar. Desde entonces, tengo datados más medio centenar de largometrajes rodados en mi pueblo; destacan Golfus de Roma y la película más laureada del cine en España, El Laberinto del Fauno.
En los años cincuenta del siglo XX, Segovia acogió grandes producciones de Samuel Bronston, que luego difundían el Acueducto y el Alcázar por todo el mundo, junto a los rostros de Orson Wells, Sofia Loren, Cary Grant, Henry Fonda, Frank Sinatra, Charlton Heston, Gary Cooper… Aquello divulgó la belleza de Segovia, fomentó el turismo y contribuyó un poco a cepillarnos la caspa. En esos tiempos, el segoviano Nieves Conde dirigió varias film: Surcos, Balarrasa…
El Guadarrama ha sido y es plató natural muy fecundo: La caída del Imperio Romano, La batalla de las Ardenas, 55 días en Pekín, Orgullo y pasión, Por quién doblan las campañas, Conan el Bárbaro, Furtivos, Feroz, En septiembre, La ardilla roja, Las trece rosas… Pedraza es ese refugio medieval que atrae al cine: La aldea maldita, Delirios de Grandeza, El Libro de Buen Amor, Campanadas a medianoche, El Buscón, Blancanieves, El amor del capitán Brando…
En el estudio de los Ángeles de San Rafael han trabajado Almodovar, Los abrazos rotos, y Carlos Saura, Jota. Saura es el director que más ha rodado en esta tierra: El 7º día (Vegas, Zarzuela y Otero), Deprisa, deprisa (Maderuelo), Elisa vida mía (Melque y el hospicio), Goya en Burdeos… Javier Fresser ha rodado Campeones e Historias lamentables; Cuerda, La marrana y Los girasoles ciegos.
El cine enamora. Muchos segovianos han sido captados por la magia de los focos, delante y detrás, como es el caso de Primitivo Álvaro, jefe de producción de la factoría Querejeta, ligado a los mejores directores: Saura, Erice, Armiñán, Borau…; “Primi” barrió para casa todo lo que pudo y trajo muchos rodajes, entre ellos las grandes obras: El Espíritu de la Colmena, Cría Cuervos, La prima Angélica…
Luis Callejo, “el chico de Alfonso”, se ha consolidado como un actor todo terreno, muy prolífico y premiado. Lo mismo ocurre con Lucía Jiménez, La buena vida, Al salir de clase. Raúl Arévalo no ha nacido como ellos en Segovia, pero casi, porque creció en Martín Muñoz de las Posadas, donde rodó su opera prima, Tarde para la ira, Goya 2017. Antes, en 2011, David Pinillos también fue Goya al mejor director novel, por Bon Appétit.
En la actualidad, el ritmo de rodajes es trepidante; muchas películas y cada vez más series: Cuéntame, Águila roja, 30 monedas, La catedral del Mar, El secreto de Puente Viejo…
El Cine Club Estudio es cuna de espectadores de calidad, desde hace 40 años. Selecciona las películas con criterio y ahora las proyecta en la sala Caja Segovia, con llenos en las dos sesiones de los viernes. ¡Bien!
En 1994, Alfredo Castellón rodó un documental exquisito, narrado por Marisa Paredes, con exteriores muy bellos, sobre un ensayo poético de María Zambrano en el exilio, Segovia, un lugar de la palabra. Lo vimos en la Tertulia de los Martes.
Aute nació en Manila y vivió en Madrid, pero se dejaba atraer por la luz de Segovia, que él llamaba velazqueña. En 2004, trajo a la Tertulia de los Martes Un perro llamado dolor, película elaborada con 5.000 dibujos suyos, a mano alzada. Artista pleno, fue músico, poeta, cantante, cineasta, dibujante y segoviano de querencia. Todo lo hacía bien, hasta el título de este artículo.
Muces, mantuvo vivo el cine europeo en la ciudad durante 14 años y nos hizo disfrutar mucho. Tenía una sección con mucho encanto: Rodada en Segovia. Durante estos días, en diversas salas, se está celebrando la tercera edición del Fescival, promovido por la Fundación Valsaín, de Valores Democráticos, que preside Álvaro Gil Robles. Es como la prolongación de MUCES, pues lo dirige el incombustible Eliseo de Pablos, que en 2020 dirigió una joya documental, Construyendo la luz, sobre la artesanía vidriera de la familia Muñoz de Pablos.
Entre las 39 películas programadas, este martes se proyecta en el campus María Zambrano un documental que suscita interés, Mujeres olvidadas, de Jacobo Echeverría-Torres Sauquillo, cineasta criado en San Rafael. Me encantará reencontrarme con Paca y Jacobo en el posterior coloquio.
