¿Qué es el cine? Claro está que la respuesta parece fácil o al menos eso pensamos. Pero entendiendo que la duda es la fuente del acierto, vamos a buscar el acierto y de esta manera, a lo mejor, salimos de la duda. El cinematógrafo, el cinematógrafo es un invento reciente en el mundo de los inventos y desde sus primeros pasos allá por el año 1895, hasta nuestros días, su crecimiento ha sufrido grandes y rápidas transformaciones, al ir pareja su evolución con el mercado de la técnica y de la ciencia, entre otras su conversión en una boyante industria. No sé quién comparó el cine al mundo capitalista, se necesita cada vez más dinero para producir una obra cinematográfica. Dejémoslo ahí y tratemos de vislumbrar sus transformaciones, sus desdoblamientos en diferentes nuevas formas de diversión, de entretenimiento. Hablamos de los audiovisuales.
Seamos clásicos, quizá el término más apropiado sea retro y hablamos de películas realizadas en celuloide e incluso en blanco y negro, por la inexistencia del color, no por una iniciativa estética por parte del productor. Y poniéndonos más primitivos, en silencio, sin voz. Nos ponemos risueños y recordamos.
Dentro de la comunidad autónoma de Castilla y León, Segovia, lo mismo da capital que provincia, es la más solicitada para brindar escenarios para el rodaje de diferentes producciones cinematográficas, algo que en este mismo periódico, El Adelantado de Segovia, hemos venido apuntando (cine y literatura, cine bélico, comunero…) en ediciones pasadas. Sin perder la ilusión y buscando directores de calidad y afamados actores y actrices, sin olvidar la relevancia de los lugares donde se ubicó el filme, vamos a envalentonarnos y a seguir evocando remotas producciones.
En esta ocasión, la culpa de que hablemos de la película El libro del buen amor (1975) no la tiene el director Tomás Aznar, también autor del guion, inspirado en la obra homónima de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, ni sus protagonistas Patxi Andión, autor a la vez de la música, o Blanca Estrada, entre otros; no, quien ha alentado estos párrafos es la amiga (¿prima?) Milagros, natural de El Guijar, quien hace muchos años me regaló, era mi cumpleaños y estaba de visita en Madrid, La Peste de Albert Camus. Dejando entrañables momentos, fue dicho pueblo de la provincia de Segovia el que dio frescura a la producción, además de la propia capital segoviana, junto a Valdevacas –“nuestro lugar amado”-, Caballar y Sotosalbos.
Lo corriente es imitar a los mayores, léase, tratar de igualar a los maestros, a los que delante de nosotros han realizado obras maestras. Posiblemente es lo que pasa con la película que toma como escenarios de la trama acaecida en el medievo a Segovia capital y la siempre dispuesta a su participación villa de Sepúlveda, el filme El aliento del diablo (1993) de Francisco Lucio, con guion compartido con Gutiérrez Aragón y Elías Querejeta, quien también forma parte de la producción. Pese a recibir la Mención Especial del Jurado en la 41.ª edición del Festival de Cine de San Sebastián, y Alfredo F. Mayo la Medalla del Círculo de Escritores Cinematográficos de 1993 a la mejor fotografía, no fue muy aplaudida por la crítica.
El cine como entretenimiento, como lugar de encuentro con los amigos y amigas, y espacio, las salas de cine, donde los padres pueden dejar a los hijos sin problema de inseguridad, las festivas tardes del domingo, parece algo del pasado, y quizá lo sea. Los largometrajes que se proyectaban, de vaqueros, de piratas, de espadachines o de aventuras, eran de amplia captación por este joven público, no siempre en color, y aunque ahora el blanco y negro sea un recurso artístico utilizado por un pequeño número de cineastas, en épocas pretéritas era ineludible. Esta perorata antecede a la cinta que voy a presentar, naturalmente en blanco y negro.
Medalla del Círculo de Escritores Cinematográficos a la mejor fotografía en blanco y negro, a cargo de Cecilio Paniagua en la película Un traje blanco (1956) de Rafael Gil, rodada íntegramente en la población segoviana de Sepúlveda. En ella nos cuenta una tierna historia, el sueño de un niño de poder celebrar la comunión con un traje blanco. De alguna manera nos retrata las circunstancias de la sociedad española en los años cincuenta del pasado siglo. Así, la ficción del cine nos da un fugaz repaso a nuestra historia social. En blanco y negro
“Más cine por favor” oímos en una canción de Luis Eduardo Aute. El motivo de mencionar al fallecido cantautor no es otro que darle la autoría de la banda sonora de la película Los viajes escolares (1973) de Jaime Chávarri, autor del guion y productor del largometraje. La acción del filme está íntegramente rodada en la finca La Mata de Pirón, Segovia. La trama es ni más ni menos que la huida, teniendo por engranaje una aventura de amor. Algo muy solicitado en los guiones de la cinematografía.
Volvemos a recalcar la importancia, la necesidad que el lenguaje visual tiene de la música para que el mensaje fílmico cale con más humedad en los espectadores, dé más precisión y claridad a la historia que quiere contar. Lo imprescindible que es una banda sonora en el montaje de una película, para que el largometraje no adolezca de simpleza, que deje de ser un preta porté y se transforme en un vestido de sastrería. Esta partitura viene a cuento por la presentación de la película Los viajes de Gulliver (The Three Worlds of Gulliver,1960) de Jack Sher. Naturalmente, el guion es la adaptación de la novela de Jonathan Swift del mismo título. Quien realmente es interesante es el afamado Bernard Herrmann, compositor de la partitura que suena en la proyección del celuloide. Más que notables fueron las composiciones creadas para películas como Ciudadano Kane (1941) de Orson Welles o la célebre Psicosis (1960) de Alfred Hitchcock, entre otro buen número de bandas sonoras. En esta ocasión, su composición complementa las vicisitudes de Lemuel Gulliver en Brobdingnag, en cuyo castillo, toman para el rodaje el Alcázar de Segovia, el rey lo adquiere como un pequeño juguete. La Granja de San Ildefonso aparece igualmente como escenario de la producción. Sin duda, un entretenido viaje de fantasía.