Mario Marino, de nacionalidad argentina, es vegetariano. En sus viajes por el mundo, ejerciendo de titiritero, ha aprendido a cuidar su alimentación. En Segovia dice no haber tenido “ningún problema”. Gran parte de la culpa la tiene el bar-restaurante José, donde “siempre me dan una alternativa a los menús que figuran en la carta”. Ayer, sin ir más lejos, el “menú especial titiritero” se abría con una ensalada campera, figurando como segundo plato pollo en pepitoria y de postre melocotón en almíbar. A la vista de la oferta, Mario pidió “otro segundo”, solicitud que fue inmediatamente considerada. “Nos atienden muy bien, es la verdad”, agradecía.
Mientras dura Titirimundi, el bar-restaurante José vela por la alimentación de cerca de centenar y medio de titiriteros de diecisiete nacionalidades. “Nos supone mucho más jaleo que un día normal”, reconoce Daniel Pascual, gerente de este establecimiento. Su padre, José Luis, agrega su “tremenda satisfacción” por haber alcanzado hace tres años un acuerdo con la organización del festival para ofrecer desayunos, comidas y cenas a la gran familia titiritera. “Son gente muy sociable, en cuanto les das algo de cariño todo sale perfecto”, explica José Luis.
El servicio supone un esfuerzo al bar-restaurante José, puesto que el acuerdo incluía una claúsula: No hay horarios para las comidas. “Nosotros no cerramos la cocina durante todo el día, así que los titiriteros pueden venir, con sus tickets, a cualquier hora”, advierte Daniel. Y allí, mientras esperan el menú, los titiriteros se relajan antes de sus actuaciones, ríen, comparten experiencias… “Aquí hemos coincidido con otros artistas que habíamos conocido en festivales de Holanda o Alemania”, señala la italiana Rugiada Grignani.
En bar-restaurante José, nadie sale defraudado, sea de la nacionalidad que sea. “La combinación de los ingredientes es diferente a la de mi tierra —señala la búlgara Vera Stoykova—; pero la cocina de aquí es tan sabrosa como la nuestra”. Buena nota, pues, a la titiricomida.
