Por primera vez estoy de acuerdo con el grupo municipal segoviano de I.U., y es en el desacuerdo, valga el juego de palabras, con el pretendido derribo del chalé nombrado como “Villa Estrella”, aunque popularmente más conocido como “chalé de los Rueda”, debido al apellido de sus industriales propietarios.
Debo decir que no puedo alegar otra razón legal ni social que mi opinión de ser uno de los más singulares, bonitos y diferentes edificios de la ciudad, destacando, aparte de los históricos palacios, torreones y casones blasonadas, la legendaria Casa de los Picos y la generalizada cubierta de fachadas con el típico, que no exclusivo, esgrafiado, pues desconozco la intención o intereses de los propietarios, y los términos en que el Ayuntamiento interviene con el convenio urbanístico o tema del interminable Plan Especial de Áreas Históricas, entendiendo, eso sí, que además de dar carácter a la mejor, más transitada, amplia y céntrica Avenida, con el diverso arbolado que en la finca rodea al chalet, es un pequeño pulmón para la ciudad.
Es un singular edificio levantado en 1925, es decir, casi centenario, si no antiguo, sí con valor de “clásico”, y obra del arquitecto municipal de los años 1922 a 1943, el vasco Silvestre Rafael Pagola Bireben, que con otra obra del mismo, como el chalé del industrial segoviano Nicomedes García, la antigua Clínica de Gila, el edificio antiguo Bar “Las Columnas” (hoy Casa Vicente), esquina Colón y Serafín, o el Grupo Escolar “Primo de Rivera”, actual CEIP “Diego de Colmenares”, como profesional de la conocida como “Generación del 25”, culturalmente relacionado con Pérez de Ayala, Unamuno o Marqueríe, trajo a la Ciudad del Acueducto el estilo racionalista, más interesado en la belleza de las propias formas, huecos y cubos, del edificio, que en las cubriciones de sus fachadas.
Pues eso, que no afectándome más que en mi placer estético, y en parte saludable, la existencia de este bonito chalé, en zona en la que, por mi residencia, paseo muy a menudo, opino que debería mantenerse como ejemplar de una época y un estilo que rompe los moldes de manzanas en serie, anodinas, sin raza ni “pedigree” alguno, que las edificaciones en serie y esa bonitas, pero modestas recubriciones que, aunque no propiamente segovianas, sí son abundantes y típicas del paisaje urbano segoviano, los citados esgrafiados.
He hecho más hincapié en mi sentimiento estético, pero no es banal razón la ecológica y saludable existencia de arbolado de la finca, floresta que refresca, ameniza y sanea esta Avenida de densa circulación vial y de más densa edificación, por lo que junto a los Jardinillos de San Roque y el pequeño parque de Santo Tomás, no lejano del Jardín Botánico, son desde este punto de vista saludable, el desahogo o pulmón de la ciudad. Arbolado que entiendo que en su totalidad o parcialmente sería impíamente talado.
Opino en esta ocasión con el grupo municipal de I.U., que hay en Segovia suficiente edificación deshabitada, como para tener que demoler uno de los edificios más emblemáticos de esta zona, a la que da realce con su aspecto modernista al tiempo que con la pátina del esplendor de antaño.
Aunque, como se ha demostrado en mogollón de ocasiones, como con el volteo de placas de calles en que el vecindario mostraba su desacuerdo, incluso con presentación de miles de firmas de residentes, comercio, bancos e industriales, o con la instalación del “diablón”, también en cuasi total desacuerdo de la ciudadanía, aquí se hace o derruye “sí ó sí”, aquí va mi modesta opinión, por si se tantea el parecer ciudadano.
Yo, como repetía el entrenador del Barcelona, Van Gaal, “siempre positifo, nunca negatifo”, creo que en Segovia, con la cantidad de buenos, incluso históricos, edificios sin uso alguno, y pisos deshabitados, no es recomendable derruir para levantar nuevos bloques, sino dar uso a lo construido, con lo que no se saturará urbanísticamente, no se hurtará paisaje y se mantendrán esos edificios, que de no darles uso se irán deteriorando, como ya apreciamos en varios de ellos.
