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Manuel Fernández Fernández – El trato atroz a los ancianos

por Redacción
22 de junio de 2020
en Opinion, Tribuna
MANUEL FERNANDEZ FERNANDEZ 1
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No es ahora tiempo de polemizar, que los medios de información lo irán comentando, y tal vez algunos tribunales de justicia y juristas “enteros” y libres, sentenciando, el trato hospitalario recibido por nuestros mayores durante la pandemia que ahora cede, aunque no se extingue del todo; sobre esa selectividad realizada a la hora de dar la máxima atención a los más fuertemente contagiados, no permitiendo su acceso a las UCIs, por su avanzada edad, que hasta me tiembla el pulso pensando que por ser viejos sus vidas tenían menos valor que las demás; explíquenselo a los hijos y nietos de los que murieron sin la exigida atención sanitaria, dejándolos morir porque no había respiradores para todos; y encima sin la mano familiar que les transmitiese amor, sin esa muerte digna, que esto sí es la auténtica “eutanasia”, no la que este Gobierno propugna, llegar al final con todos los cuidados y, sobre todo, con el consuelo de la presencia y el amor de los seres queridos, de esos hijos y nietos que tampoco hoy tienen la paz de haberlos despedido y arropado hasta el último aliento, que incluso algunos dudan de si el féretro recibido será el de su deudo. Sinceras gracias a los sanitarios y sacerdotes que acompañaron con entrega y cariño a los ancianos que se nos fueron.

Falta de respeto a estas personas, la mayor parte ancianos, que ha seguido dándose al informar a diario, dando cifras a voleo, que nunca coincidieron las de su informe oficial con las que sumaban las de todas y cada comunidad, y por supuesto menos con las que se apreciaban al compararlas con las de hacía un año, que resultaban doble de las dadas cada jornada, como si en vez de personas, ciudadanos con nombre y apellidos, sólo fueran cifras aproximadas más bien a conveniencia, como ocurría con la obligatoriedad, libertad o perjuicio del uso de mascarillas, según la disponibilidad que de ellas hubiera.

Y que en los medios se haya comentado que el número de bajas, como en la guerra, ha repercutido en una sensible mejora del estado de las pensiones, con varios miles de fallecidos…Que lo primero en que piensan nuestros gobernantes cuando la economía tirita es en la congelación o reducción de pensiones, que la ministra de Hacienda no respondió al diputado que por tres veces le preguntó si iban a bajar las pensiones, en vez de reducir de sus abultados privilegios y de sus superfluos puestos, muchas veces dados a dedo o creados a medida, para amiguetes de la infancia, o compañeros de pupitre, o a votos cautivos, aunque sean enemigos de España, con los que “produciría insomnio” pactar, o con los que nunca pactaría, pues nunca gobernaría a cualquier precio.

Se ha pensado devaluando la vida de nuestros mayores, para los que este Gobierno presupuesta la que incorrectamente llaman “eutanasia”, que por no producir valen menos, que les quedan menos años de vida, como las de los que, en cambio con toda la vida por delante, nonatos, no se dejan nacer, en función de los votos de las feministas abortistas, las del arriesgado 8 M, como si son incómodos o feos bultos a extirpar a capricho.

Se dice a los mayores la tercera edad, no como la de llegada a meta de una vida entregada al trabajo y al bienestar de los demás, no al cenit de la experiencia, no al pódium del premio al esfuerzo, sino con la marginación de último puesto, de tercer mundo, vagón de tercera, última categoría…

Ahora parece que la virulencia de la Covid-19 va decayendo, y se va dando cuerda al descenso que dicen “desescalada”, se sigue marginando a los mayores, se dice que por cuidarlos, y se los mantiene confinados, viendo cómo todos van haciendo vida normalizada, y ellos siguen con su reducción de horas y espacios de salida, haciendo caso omiso de conseja de psicólogos que recomiendan mayor actividad, más contacto con la naturaleza, que el sentimiento de aislamiento eleva los marcadores de inflamaciones como fibrinógeno o la ferritina, que el sedentarismo es muy nocivo para dolencias cardiacas, degeneración muscular, diabetes; que el sentimiento de aislamiento mueve a hipertensión, reducción del sistema inmunológico, y a infecciones; que no pueden acceder a los hoy abundantes y bien equipados parques de envejecimiento activo, creados para ellos, que el miedo, la tristeza, la ansiedad, los cambios emocionales, el insomnio, incluso la posibilidad de, por tanto tiempo enclaustrados, llegar al “síndrome de la cabaña” o hasta a la agorafobia son bastante más nocivos que el riesgo de contagio del que son los más interesados y cuidadosos guardianes…

Que psicológicamente les hace más daño no poder pasear con hijos y nietos, que ya son la razón de sus vidas, no poder asistir a círculos de recreo, casinos, bibliotecas, exposiciones, museos, conferencias, incluso darlas ellos…Somos los mayores los que más hemos respetado normas de la desescalada, no somos impuros ni apestados.

Por otra parte, vemos que el escaso tiempo de paseo, más limitado que a las chachas y militares sin graduación de antaño, esa hora de desconfinamiento, hemos de compartirla con todos los demás: jóvenes, maduros, niños, deportistas, miembros y miembras de toda edad, clase y condición…No parece que se nos trate de evitar contagios, que más bien parece que es para que no estorbemos.

¿Hasta cuándo se nos va a tener enclaustrados? ¿Qué delito hemos cometido por hacernos mayores? No se nos engañe con tanto cuidado paliativo, queremos ser libres y vivir plenamente nuestros últimos años de bien merecida jubilación…

De todas formas, por si alguno lo ha pensado con buena intención, gracias por tanta atención, y, por supuesto, con mi más sonora cacerolada por cómo se ha administrado tan terrible pandemia, mi fuerte y prolongado aplauso para los que, no solo sanitarios, se jugaron salud y vida cumpliendo con pundonor y entrega, mi oración por los muertos y mi más sentida condolencia a sus deudos.

Pues, amable lector, preparaba yo el envío de este artículo a nuestro diario, cuando leí en contraportada del mismo, de 16 de junio en curso, la autorizada opinión del ilustre periodista, escritor y poeta Jesús Fonseca Escartín, habitual colaborador de este diario, personalidad avalada por una dilatada actividad profesional periodística en prensa, radio y televisión, académico, con significados premios, encomiendas y nombramientos…, leí, digo, su breve, pero acertado escrito titulado “El trato atroz a los ancianos” que os recomiendo leer, que avala con su autoridad de pe a pa lo que este modesto plumilla aquí firma.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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