Hoy quiero reconocer el apoyo que cada semana identifico en la mirada de orgullo, sufrimiento, ilusión,… detrás de cada deportista siempre hay una madre
Mi madre no era deportista, aunque criar 6 hijos requiere de buena forma física, así como del sacrifico y la motivación de cualquier profesional.
Si algo tuvo siempre claro fue que debíamos hacer deporte.
Empecé a jugar con 10 años pero ella no vio un partido hasta que no tuve 22. Hoy soy consciente de que aún sin haberme seguido de cerca fue el respaldo que necesité en cada paso. Su confianza en mí, me ayudó a conseguir los objetivos propuestos y a no rendirme en las dificultades. Se alegró en los éxitos, me consoló en los fracasos y respaldó cada decisión. Sobre todo fue el impulso cuando lo que tocaba era el sinsabor de lesionarte, ella siempre pendiente, incluso hacía la vista gorda cuando yo pensaba que la ‘engañaba’ disimulando lesiones importantes para no preocuparla y es que en su apoyo aprendí una de las lecciones más importantes; que las lesiones, los éxitos y fracasos forman parte del deporte, pero lo que de verdad importa y donde siempre estuvo su principal atención fue en mantener mi motivación intacta, más allá del resultado del partido.
Mi madre no fue deportista pero siempre creyó en mí.
Y finalizo destacando a las madres deportistas, son muchas las que brindan ejemplo incorporando a su conciliación la actividad deportiva, una iniciativa necesaria que requiere de un gran sacrificio y como recompensa la satisfacción de sentirnos deportistas y reconocer el orgullo y admiración de nuestras madres, ahora en la mirada de nuestros hijos.
¡Gracias Mamá!
